viernes, 30 de diciembre de 2011

La lebrela de Términos

En este mismo blog ya hablamos en su día acerca de Becerrillo, un alano español utilizado por los castellanos durante la conquista de América; pero este no fue ni mucho menos el único perro que participó en la epopeya americana. Hoy vamos a dedicar unas líneas a la lebrela de Términos, obstinada superviviente en medio de la nada.

Corría el año 1.517 cuando la flota expedicionaria de Hernández de Córdoba atracó en la mexicana Isla de Términos (actualmente Isla del Carmen). No se sabe muy bien si por las prisas o por puro descuido, una lebrela quedó abandonada en medio de aquel paraje cuando la flota levó anclas y se hizo de nuevo a la mar.
A partir de este momento, la historia de dicha perra queda en suspenso hasta que, dos años después, un barco de la expedición de Hernán Cortés se separa del resto de la flota en medio de una tormenta.

Lebrel
Quiso el destino que el oleaje llevase a aquel barco hasta la Isla de Términos, donde embarrancó quedando varado. Los marineros ya se estaban preparando para pasarlas canutas durante el tiempo que durase su estancia en aquel trozo de tierra perdido en medio del mar... pero no fue así.
Cuando el barco toco tierra y sus tripulantes bajaron a la isla, una perra (de raza lebrel, para más señas) salió de la nada para recibir a los marineros de Cortés con un escándalo de mil demonios. La lebrela había sobrevivido durante dos largos años en la isla a base de cazar conejos y liebres para su propio sustento pero, en el momento en el que vio a los conquistadores, se acordó de aquellos que la habían llevado hasta Términos y empezó a cazar para alimentar a los náufragos.

Por si sobrevivir por sus propios medios no fuera hazaña suficiente, cuentan las crónicas de Cortés que la lebrela estaba gorda y lustrosa, lo que hace pensar que no pasó penalidades en ningún momento de aquellos dos años perdidos.

Cuando, unos días después, la flota del extremeño llegó a la isla temiendo por sus compañeros perdidos, encontraron  que las jarcias del barco embarrancado estaban festoneadas de pieles de conejo y liebre, todas ellas trofeos de caza conseguidos por la lebrela de Términos en aquellos días.

martes, 27 de diciembre de 2011

El partido de la muerte

Como todas las cosas, el fútbol también tiene su historia y en este mismo blog hemos tratado uno de sus capítulos haciendo referencia al partido que nunca se jugó. Hoy vamos a dedicar unas líneas a otro partido que marcó un hito en la historia y cuyo resultado consiguió dar un  empujón considerable a la moral y el orgullo soviéticos durante la II Guerra Mundial.

Kiev, II Guerra Mundial
Trasladémonos a la Ucrania recién ocupada, concretamente a la Kiev del verano de 1.941. El fútbol se ha convertido en el deporte más popular de la Unión Soviética y el gobierno central ha visto en ello un instrumento propagandístico inigualable.
En la capital ucraniana, el Dinamo de Kiev está conformado por una mezcla de policías y soldados del ejército rojo que se mantienen en posiciones de mitad de tabla sin demasiadas dificultades. La liga de 1.941 empieza bien para los jugadores del Dinamo, que se meten en posiciones de cabeza gracias a algunos buenos resultados... pero la irrupción alemana en la Unión Soviética da al traste con sus aspiraciones: la mayoría de los jugadores son llamados a filas y el Dinamo de Kiev se disuelve.

Finalmente, Kiev cae en manos del Reich y los jugadores del Dinamo que habían permanecido en la ciudad son ayudados por la resistencia local. Iosif Kordik, administrador de la panadería estatal número 3 y gran aficionado al fútbol, contrata al antiguo portero del Dinamo (Mykola Trusevych) para barrer su establecimiento.
En connivencia con Trusevych, Kordik decide fundar un equipo de fútbol que represente a su panadería en la liga local. El antiguo portero del Dinamo pasa la primavera de 1942 tratando de contactar con sus ex-compañeros de equipo y, de esta manera, funda el FC Star, conformado por ocho jugadores del Dinamo de Kiev y tres del Lokomotiv.

El FC Star irrumpe en la liga local el 7 de julio de ese mismo año ganando por un contundente 7-2 al FC Rukh, el equipo predilecto del dirigente de la liga. Durante las semanas siguientes, el equipo de ex-profesionales juega varios partidos contra las guarniciones húngaras, alemanas y rumanas asentadas en la zona, ganando todos sus encuentros cómodamente hasta que, el día 6 de agosto, juegan contra el Flakelf, el equipo de la todopoderosa Luftwaffe.
Los jugadores el FC Star ganaron por un resultado de 5 goles a 3, pero aquel partido no había hecho más que empezar.

Anuncio de la revancha
El líder del Flakelf, consciente del daño que esta derrota podía hacer a la propaganda de supremacía del Reich, exige un encuentro de revancha, que queda fijado para el 9 de agosto en el estadio Zenit.
Cuando un oficial de las Waffen-SS es designado como árbitro, los jugadores del Start FC comprenden que aquel va a ser un partido, literalmente, a vida o muerte. Saben que deben perder, y saben que deben hacerlo por mucho si no quieren pagar con su vida... pero no están dispuestos a ceder.
El partido se desarrolla en medio de una auténtica carnicería por parte de los jugadores de la Luftwaffe, que incluso marcan un gol tras derribar al portero ucraniano de una patada en la cabeza. El juego sucio campa a placer ante la mirada del árbitro, que no pita ni una sola falta a favor del FC Star pero, aún así, el encuentro llega al descanso con un resultado de 2-1 favorable a los ucranianos.

La segunda parte se desarrolla en los mismos términos hasta que, ganando por un abultado 5-3, el defensor del FC Star Alexei Klimenko sortea a la defensa alemana y se planta en un mano a mano con el portero. Klimenko, en lugar de tirar a puerta, regatea al portero, se queda ante la portería vacía y, en un gesto de desprecio hacia los integrantes del Flakelf, patea el balón hacia el medio campo.
El árbitro pita inmediatamente el final (sin haberse cumplido el tiempo reglamentario) y los jugadores se retiran a vestuarios envueltos en un silencio casi reverente.

Los ánimos en el vestuario del FC Star no cuadran con la aplastante victoria que acaban de conseguir. Todos saben que ese partido ha sido su sentencia de muerte y que el gesto de Klimenko no ha hecho sino firmar su destino. Aún así, el FC Star vuelve a jugar la semana siguiente contra el Rukh ganándole, esta vez, por un contundente 8-0.

Poco después, la mayoría de los integrantes del FC Star son acusados de pertenecer al NKVD (comisariado soviético de asuntos internos) y son trasladados al temible campo de concentración de Syrets, donde serían asesinados en febrero del 1.943. Entre ellos se encontraban Mykola Trusevych y Alexei Klimenko, aquel ucraniano que se atrevió a desairar al III Reich.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Noche de paz

Ahora que la Navidad está a la vuelta de la esquina, se hace casi obligatorio dedicar una entrada a un acontecimiento extraordinario en la historia de la humanidad y, sobre todo, en la historia de las guerras: la Tregua de Navidad.

Alemanes y británicos en tierra de nadie
Ypres, 23 de diciembre de 1.914. La primera guerra mundial acaba de estallar y la belicosidad de los combatientes se encuentra en pleno apogeo.
En un campo de batalla perdido en Bélgica, los soldados británicos y los alemanes intercambian disparos en medio del caos de sangre, sudor y polvo de las trincheras. Las fiestas navideñas casi han llegado... pero la guerra no da descanso a los soldados y el alto mando requiere que la artillería siga descargando muerte sin parar.
Los soldados son disciplinados y cumplen las órdenes sin ni siquiera cuestionarlas, por lo que, durante todo el día, el aire de Ypres se llena con el estampido seco de los fusiles y las explosiones de granadas. Finalmente, llega la noche y un manto de calma se extiende sobre el campo devastado. Ambos bandos se sumen en un letargo que dura hasta la mañana de Nochebuena.

El día 24 la actividad retorna a las trincheras. Los combatientes, que son hombres antes que soldados, dedican la mañana de aquel día a decorar las trincheras con motivos navideños hasta que, una vez finalizada la tarea, el campo de batalla es invadido por un espeso silencio. Nadie tiene ganas de combatir ese día.
De repente, la quietud reinante se ve rota por un sonido que atraviesa la bruma de una trichera a otra: los soldados alemanes están cantando Stille Nacht (Noche de Paz). Los británicos responden al "fuego enemigo" con villancicos en inglés, lo que deriva en una guerra de canciones que toca a su fin cuando los primeros soldados de ambos bandos empiezan a abandonar la seguridad de sus trincheras.

Cruz conmemorativa (Ypres)
Combatientes de ambos bandos se encuentran en tierra de nadie para rezar juntos el famoso Salmo 23 (el señor es mi pastor, nada me falta...) . Una vez finalizado este ritual, los soldados que aún permanecían reticentes en sus propias trincheras empiezan a desoir las órdenes de sus superiores y se abalanzan hacia el campo de batalla, donde se abrazan con los hombres a los que un día antes habían luchado a brazo partido e inician con ellos un intercambio de regalos consistentes en lo que tenían en ese momento: alcohol y cigarrillos.
Los soldados de un bando lloran a los caídos del otro y todos se presentan sus respetos ante la mirada atónita de los comandantes. Hay testimonios que incluso hablan acerca de un partido de fútbol improvisado entre combatientes de ambos bandos que acabó con un resultado de 3-2 favorable a Alemania.

Después de esta tregua impuesta por los propios soldados, las hostilidades se reanudaron... pero la guerra en aquellas trincheras nunca volvió a tener el mismo sabor. Los combatientes disparaban al aire, la artillería desvió a propósito sus miras y los soldados que se veían obligados a cargar evitaban encontrarse en tierra de nadie con la infantería del otro bando.

martes, 20 de diciembre de 2011

El mecanismo de Anticitera

De todos es sabido que los antiguos griegos poseían un conocimiento científico muy superior al de los europeos de épocas posteriores. Este dominio del medio se perdió con la incursión de Europa en el oscurantismo de la Edad Media y no fue parcialmente recuperado hasta bien entrado el siglo XVI. Hoy vamos a dedicar unas líneas a un artefacto que demuestra el dominio astronómico de los antiguos griegos: el mecanismo de Anticitera.

Reconstrucción (2007)
Los primeros artefactos europeos que utilizaban engranajes diferenciales fueron datados en el siglo XVI. En base a esta afirmación, resulta sorprendente el descubrimiento de un mecanismo que hacía buen uso de ellos en fechas que oscilan entre el año 150 y el 100 a.C.
El mecanismo de Anticitera fue hallado a principios del siglo XX entre los restos de un naufragio y los científicos de la época quedaron deslumbrados ante lo que parecía ser una computadora capaz de calcular con precisión las posiciones del sol y la luna en el firmamento. Más tarde, el investigador británico Michael Wright "escaneó" el mecanismo con técnicas tomográficas y descubrió la verdadera magnitud del artefacto.

Su invención se atribuye al astrónomo griego Hiparco y su funcionamiento es, de cara al operario, relativamente sencillo: se giran una serie de manivelas para establecer la fecha que se desea consultar y el propio mecanismo se encarga de calcular cuál será la posición de los astros en esa fecha.
Lo interesante, sin embargo, se encuentra en las "tripas" del artefacto. Un número nada desdeñable de 30 engranajes perfectamente sincronizados se encargaba de establecer en dos discos que representaban el zodíaco griego y el calendario egipcio, la posición de la luna, la del sol... y las de los planetas Mercurio y Venus.
El mecanismo encontrado en Anticitera constaba de ruedas dentadas que hacían sus cálculos teniendo en cuenta la trayectoria elíptica de los astros, pero la complejidad de este aparato no acababa aquí.

Mecanismo
Durante las investigaciones y reconstrucciones más recientes del artefacto, se ha estimado que contaba con un número cercano a los 70 engranajes y que, además de la posición de Mercurio y Venus, era capaz de calcular con idéntica precisión la posición de Marte Júpiter y Saturno; es decir, el mecanismo de Anticítera podía establecer para una fecha dada la posición de la luna, del sol y de todos los planetas conocidos en la época.

Además de todo lo anteriormene dicho, el artefacto estaba enteramente fabricado en bronce y tenía las medidas aproximadas de un libro grande, lo que convertía el mecanismo de Anticitera en un "planetario de bolsillo" que se podía llevar a cualquier parte.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Montsegur, el último bastión de los cátaros

A mediados del siglo XIII, la región del Languedoc ardía envuelta en la locura de la cruzada albigense. Los cátaros eran perseguidos y aniquilados allí donde eran encontrados... pero la empresa papal sufrió un importante giro cuando, tras ser barridos por la hueste franco-cruzada en la batalla de Muret, los "bons homes" se refugiaron (con su obispo a la cabeza) en la fortaleza de Montsegur.

Castillo de Montsegur
Construído en el año 1.204 por Ramón de Perella,  el castillo de Montsegur era un imponente "nido de águilas" que se alzaba sobre la montaña del Pog (de 1.207 metros de altura) dominando con su presencia el valle del río Lasset.
En el año 1.241, con el obispo Guilhabert de Castres y toda la plana mayor del catarismo atrincherados en la fortaleza, el rey Luis IX de Francia decide poner fin de una vez por todas a la herejía y le encarga al conde Ramón VII de Tolosa que emprenda el asedio al castillo... del que se retira derrotado meses más tarde sin ni siquiera haber entablado batalla.
A pesar de que la convocatoria papal ordena, practicamente, el exterminio de los cátaros, estos son queridos por los habitantes del Languedoc, quienes se encargan de abastecer las despensas de Montsegur durante el asedio a través de túneles excavados en la roca viva del Pog.
Gracias a ellos, el conde de Tolosa fracasa estrepitosamente, el asedio se levanta y Montsegur sigue en manos albigenses.

El rey francés no se inquieta demasiado por el descalabro de su súbdito pues, aunque la cúpula cátara se encuentra en Montsegur, aún quedan muchas bolsas de resistencia a lo largo de todo el Languedoc, así que decide centrar sus esfuerzos en su eliminación y dejar el castillo tranquilo... por el momento.

Los verdaderos problemas para la gente de Montsegur empezaron el día 28 de mayo de 1.242.
Tan sólo unos meses después de que Ramón VII levantara el sitio, un grupo de 60 caballeros cátaros comandados por Pierre Roger de Mirepoix sale de la fortaleza con rumbo a la cercana población de Avignonet, en la que tenía su sede un tribunal de la inquisición compuesto por doce miembros.
Amparados en la oscuridad y secundados por los propios habitantes de Avignonet, los hombres de Mirepoix asesinan a los inquisidores y queman las actas del tribunal antes de volver a Montsegur.

Esta intolerable falta de respeto hacia las instituciones eclesiásticas hacen que el papa monte en cólera y empuje a Luis IX a poner bajo asedio, una vez más, la fortaleza cátara.
El encargo es puesto en manos de Hugues des Arcis, senescal de Carcasona. Se ponen a su disposición todos los medios que requiere y se le da una sola consigna: no se admitirán errores, Montsegur debe caer a cualquier precio.

Monumento a los quemados
En mayo de 1.243, las tropas de Arcis sientan el sitio de la fortaleza. Los habitantes de la región siguen llevando comida a Montsegur, pero el cerco de la coalición franco-papal es mucho más férreo que en la ocasión anterior y gran parte de los víveres se pierden por el camino.
Finalmente, tras diez meses de asedio y con los montañeses sometidos a una dura presión por parte de los de Arcis, los cátaros fueron traicionados y las condiciones de su rendición les fueron expuestas. Tenían 15 días para abandonar la fortaleza y, una vez fuera, podía hacer dos cosas: abjurar de su fe o morir en la hoguera.
Vencido el plazo, 200 cátaros salieron de Montsegur por su propio pie y se metieron, caminando, entre las llamas de la enorme pira que se había levantado en lo que hoy se conoce como el "campo de los quemados", dónde una escultura hace honor a la memoria de aquellos 200 mártires que se inmolaron voluntariamente en defensa de su fe.

martes, 13 de diciembre de 2011

El infierno nuclear

El día 26 de abril de 1986, el reactor número cuatro de la central nuclear de Chernóbil estallaba lanzando a la atmósfera unas cantidades de radiación 500 veces superiores a las provocadas por la bomba de Hiroshima. Una prueba de seguridad llevada a cabo con suma negligencia por los técnicos de la planta condujo al colapso del reactor y, por consiguiente, al mayor accidente nuclear de la historia. Hoy vamos a tratar de explicar como se produjo el accidente y por qué miles de hombres dieron su vida tratando de sellar aquel infierno a cielo abierto.

Situación de Chernóbil
En la madrugada del 25 de abril, los técnicos quisieron comprobar si las bombas refrigerantes de emergencia eran capaces de activarse con el reactor funcionando bajo mínimos. El problema de esta prueba era que los operarios corrían el riesgo de sufrir un envenenamiento por xenón, un gas absorvente de neutrones que, con el reactor en funcionamiento (produciendo neutrones), no daba problemas.
Mediante la inserción de barras de control, los técnicos redujeron la potencia hasta los 30 megavatios, lo que generaba el riesgo de que los sistemas de seguridad automáticos apagaran el reactor. En vista de este  inconveniente, los técnicos de Chernóbil desconectaron todos los sistemas de seguridad.
Con el reactor funcionando a tan poca potencia, el riesgo de envenenamiento por xenón empezaba a ser demasiado alto, así que los operarios decidieron aumentar de nuevo la potencia del reactor mediante el sencillo método de quitar barras de control manualmente... el problema es que se les fue de las manos y, con los sistemas de seguridad desactivados, se produjo un subidón de potencia en el núcleo que acabó con las 100 toneladas del techo del reactor volando por los aires.

Los bomberos encargados de la seguridad de la planta acudieron en cuanto tuvieron noticia de la explosión y miles de personas le deben la vida a la heróica actuación de estos hombres durante las horas que siguieron al desastre... pero la nube radiactiva que se alzaba sobre el reactor cuatro era ya icontenible.
A pesar de ello, los bomberos empezaron a hacer pasadas en helicóptero sobre la central para constatar la verdadera magnitud de la tragedia. El techo estaba completamente destruído, lo que dejaba el núcleo del reactor convertido en una enorme masa incandescente que, con sus 2.500 grados de temperatura, emitía una columna de gases tóxicos a la atmósfera.

Reactor 4
Al mismo tiempo que el reactor cuatro se consumía acercando el peligro al reactor tres, los habitantes de Príapat, a tan sólo tres kilómetos de la central, asistían al espectáculo sin ser conscientes del grave peligro que corrían sus vidas.
El gobierno soviético sabía perfectamente que las vidas de aquellas 47.000 personas y de otras muchas más estaban en grave peligro pero, simplemente, no les importaba. Las directrices aplicadas por el krémlin consistían en evitar a toda costa que la noticia del desastre nuclear atravesara las fronteras de la unión soviética, así que la evacuación de Príapat no se produjo hasta 36 horas después de la explosión del reactor, cuando los niveles de radiación en la ciudad eran 1.000 veces superiores a los normales.

El día 27 de abril, tan sólo un día después del desastre, se detectaron partículas rediactivas en operarios de la central sueca de Forsmark (a unos 1.100 kilómetros de Chernóbil). Al comprobarse que no había fugas en su planta, las autoridades suecas se pusieron en contacto con los gobiernos de Alemania y Finlandia que, al obtener mediciones similares en sus fronteras, dirigieron sus sospechas hacia la planta soviética.
De haberse pedido la colaboración internacional desde un principio, la magnitud de la tragedia habría sido, casi con toda seguridad, mucho menor... pero la maquinaria propagandística del régimen no podía permitir que un escándalo de aquella magnitud se escapase a su control, de modo que la noticia de la explosión del reactor no fue comunicada hasta el día 28, cuando la expulsión de material radiactivo era ya irrevocable.
Una vez que la noticia llegó al resto de Europa las autoridades soviéticas comprendieron que no tenía sentido seguir escondiendo la tragedia, por lo que ampliaron la superficie de evacuación a un radio de 36 kilómetros, pero los habitantes de ese área llevaban seis días sometidos a una fuerte radiación y para muchos de ellos ya era demasiado tarde.

Helicóptero en Chernóbil
Desde que se produjera la explosión y junto con aquellos bomberos que habían acudido en las primeras horas, entraron en escena los liquidadores, héroes involuntarios con la tarea de sellar el reactor y arrojar materiales al núcleo en un intento desesperado por frenar las emisiones.
Si la radiación en Prípiat era 1.000 veces superior a los valores normales, no resulta dificil entender que las mediciones realizadas en las inmediaciones de la central eran, literalmente, inhumanas. Aún así, miles de hombres entre los 20 y los 45 años reclutados principalmente entre los reservistas del ejército soviético fueron enviados por el alto mando hacia el corazón de la tragedia.
Prácticamente sin medios, los liquidadores eran izados hasta el techo del reactor (o lo que quedaba de él), dónde permanecían por un periodo máximo de dos minutos arrojando al núcleo paladas de escombros o de materiales radiactivos expulsados durante la explosión. Mientras tanto, los helicópteros hacían vuelos rasantes sobre los restos del reactor tratando de tapar el núcleo con una mezcla de arena, arcilla, plomo, dolomita y boro.
Los liquidadores no se limitaron a actuar en el tejado, sino que se introdujeron en las mismísimas entrañas del reactor para limpiar los cientos de kilos de material radiactivo liberados por la explosión. Metidos en una especie de cúpula protectora, estos jóvenes se enfundaban en trajes de plomo y salían al corazón del reactor número cuatro. Allí, la radiación era tan alta que un periodo de exposición superior a los 15 segundos significaba la muerte.
Pero no todos los liquidadores iban protegidos. Algunos fragmentos del núcleo habían ido a parar al fondo de las piscinas de refrigeración, por lo que muchos liquidadores se vieron obligados a bucear en el caldo radiactivo en que se había convertido el agua para sacarlos con las manos desnudas.

El día 13 de mayo, tras haber vertido más de 5.000 toneladas de material sobre el núcleo, las emisiones cesaron... pero el trabajo de los liquidadores no había terminado.

Medalla de los liquidadores
La enorme cantidad de materiales que había sido necesaria para frenar las emisones ponía en peligro la integridad del suelo que sostenía el reactor, lo que podía desembocar en el hundimiento del núcleo desencadenando una catástrofe aún mayor.
Por esta razón, se ordenó la construcción de un túnel que, pese a que en un principio iba a ser utilizado para refrigerar el núcleo, se rellenaría finalmente de hormigón con el objetivo de sustentar el peso del reactor. Esta tarea le fue asignada, una vez más, a los liquidadores.
Durante un mes y cuatro días, los jóvenes  (muchos de ellos con síntomas más que evidentes de contaminación por radiación) cavaron el túnel que discurría por el subsuelo irradiado del reactor y lo rellenaron dejando vía libre para el sarcófago, la construcción de hormigón que, aún a día de hoy, contiene el núcleo latente de Chernóbil.

La cifra estimada de los liquidadores que participaron en la limpieza de Chernóbil oscila entre las 300.000 y las 600.000 personas. De estas, 60.000 han muerto por problemas derivados directamente de la exposición a materiales radiactivos y otras 165.000 han quedado incapacitadas de por vida por las mismas razones.

viernes, 9 de diciembre de 2011

El incidente de Mukden

La guerra ruso-japonesa (1.904-1.905) había culminado con la victoria nipona sobre el gigante del norte, pero también había acarreado otras consecuencias.
En primer lugar, el orgullo militar japonés se vió notablemente acrecentado por la fulminante victoria obtenida sobre los rusos en Port Arthur (China), lo que condujo al enrolamiento masivo de toda una generación de jóvenes nipones que ardían en deseos de luchar por su país en el glorioso ejército imperial.
Además de esto, el sur de la región china de Manchuria pasó de estar en manos rusas a caer bajo el dominio de su vecino el este y bajo la "protección" del ejército de Kwantung, una guarnición de unos 10.000 hombres con base en el recién conquistado Port Arthur.

Soldados japoneses en Manchuria
En estas circunstancias llegamos al año 1.931. Los habitantes de Manchuria no estaban muy por la labor de aceptar el dominio japonés y, por otro lado, los jóvenes integrantes del ejército de Kwantung no se conformaban con tener el control del sur de la región.
El gobierno central de Japón quería evitar a toda costa un nuevo enfrentamiento, así que los oficiales de Kwantung necesitaban un casus belli lo suficientemente flagrante como para poder entrar en Manchuria sin la autorización de Tokio. Este motivo se les presentó en forma de lo que conocemos como "el incidente de Mukden".

El día 18 de septiembre, un tramo del ferrocarril del sur de Manchuria (de propiedad japonesa) fue dinamitado.
El ejército japonés culpó del incidente a los disidentes chinos. Tenían la excusa perfecta para emprender la conquista de Manchuria.

Los soldados del regimiento Shimamoto y los de Kwantung entraron a sangre y fuego en Manchuria, emprendiendo una guerra relámpago que culminaría con la anexión de Manchuria al imperio japonés en tan sólo cinco meses.
La guerra fue rápida y brutal. El ejército chino no estaba en condiciones de defender la región y el ruso, por su parte, aún se estaba lamiendo las heridas sufridas en la I Guerra Mundial, así que a los habitantes de Manchuria no les quedó más remedio que aceptar el dominio japonés.
El gobierno nipón nunca estuvo de acuerdo con el ataque e incluso se desmarcó del mismo ante la Sociedad de Naciones, de la que se retiró tres años después al darse cuenta de que su ejército había emprendido un camino que no tenía marcha atrás.

A día de hoy existen dos museos dedicados al incidente de Mukden, uno en China y otro en Japón. El museo nipón defiende la teoría de que el ferrocarril fue dinamitado por la disidencia china de Manchuria. En el otro lado, el museo chino aboga por una hipótesis que, posteriormente, se daría como cierta gracias a las declaraciones de un oficial japonés: el incidente fue orquestado por los hombres de Kwantung, que obtuvieron así su tan ansiado casus belli.

martes, 6 de diciembre de 2011

Amala y Kamala, las niñas lobo de La India

Región de Midnapore, al oeste de Calcuta; 9 de Octubre de 1920. Los habitantes del poblado de Godamuri acuden asustados al reverendo Joseph Amrito Lal Singh. Entre balbuceos y discusiones inconexas, el misionero descubre por fin el motivo de la agitación que cunde entre los locales: hay espíritus en la jungla que deben ser expulsados de inmediato.
Así empieza la historia de Amala y Kamala, una historia entre tantas de niños ferales... de no ser por los datos que las últimas investigaciones revelan al respecto.

Amala y Kamala
Cuando el reverendo llegó a la linde de la selva se encontró con que un nutrido grupo de cazadores locales ya había cercado a los espíritus. En medio de un círculo de armas de fuego, dos niñas aterrorizadas y sucias miraban a todos lados mientras eran protegidas por una loba que lanzaba dentelladas al aire.
Asustados, los habitantes de Godamuri abrieron fuego abatiendo a la loba y sólo la intervención de Singh salvó a las niñas de seguir el mismo camino que su madre adoptiva. Amala y Kamala (como el propio reverendo las llamaría) fueron capturadas por la fuerza y llevadas hasta un orfanato gestionado por el propio Singh y su familia. Fue allí donde las niñas empezaron a revelar su secreto en toda su magnitud.

Amala y Kamala eran extremadamente agresivas. Sólo toleraban la presencia de los perros y su vínculo con otros seres humanos se reducía al que tenían la una con la otra, por lo que los primeros intentos de acercamiento se saldaron con un rosario de mordiscos, arañazos y otras lesiones.
Las niñas se arrancaban con los dientes la ropa que les ponía la mujer del reverendo y tenían serias dificultades para mantenerse erguidas. Caminaban a cuatro patas y completamente desnudas, sin mostrar sensación de frío o calor. Además, sus caninos eran ostensiblemente más largos y afilados de lo normal lo que, unido a que su interacción social se limitaba a gruñidos aislados, hacía que la socialización se convirtiera en algo virtualmente imposible.
Sus hábitos alimenticios también se escapaban de lo puramente humano, pues las niñas detestaban cualquier alimento cocinado y sólo consentían en comer cuando el menú consistía en carne cruda servida sobre el suelo del patio.

Kamala a cuatro patas
Pero lo peor eran las noches. Amala y Kamala dormían durante el día y hacían una vida eminentemente nocturna. Durante las horas de oscuridad, el orfanato se llenaba con los aullidos de las niñas, desesperando y asustando por igual al reverendo y a su mujer.
Fue en una de estas noches cuando Singh descubrió que las pequeñas le reservaban una sorpresa más. Sus pequeños ojos, siempre vigilantes, brillaban en la oscuridad. Amala y Kamala se movían en la noche gracias a un sentido del olfato superdesarrollado y a una visión nocturna impropia del género humano.

El reverendo trató de ahondar también en el vínculo que unía a las dos niñas. Se estimó su edad en 6 años para Kamala y 3 para Amala y, además, se llegó a la conclusión de que las pequeñas no compartían ningún lazo familar entre sí, lo que llevaba a la sorprendente hipótesis de que la loba las había "adoptado" en momentos distintos.
Tan sólo un año después de su ingreso en el orfanato, la pequeña Amala, que a la sazón contaba con 4 años de edad, murió de disentería. Fue entonces cuando Kamala mostró el primer síntoma de humanidad desde que Singhla encontró en Godamur: pese a que no era su hermana (estrictamente hablando), Kamala se acurrucó contra el féretro de Amala y lloró por primera y última vez.

Comiendo en el patio
Kamala tuvo que ser separada a la fuerza del cadáver de su hermana pero, tras un periodo de luto, empezó a hacer avances en el proceso de socialización que la mujer del reverendo, inasequible al desaliento, nunca había abandonado.
La niña empezó a andar erguida en algunas ocasiones, aprendió conceptos relativos a la cantidad e incluso consiguió asimilar un reducido vocabulario formado por unas 40 palabras monosílabas que le permitían comunicarse con el reverendo y su mujer, junto a los que vivió hasta su muerte por tifus en 1.929, con 15 años de edad.

Esta sería una historia asombrosa tanto por la propia rareza que implica como por las conclusiones médicas que podrían haberse extraído de su estudio detallado... de no ser porque es falsa. El autor francés Serge Aroles desveló en su libro "El enigma de las niñas lobo" (2007) la cruda realidad que rodeó a Amala y Kamala durante su estancia en el orfanato de Singh.

En primer lugar, las investigaciones de Aroles desvelaron que el diario del reverendo, que pretendía ser un "día a día" de las niñas en el orfanato, fue escrito en 1935, seis años después de la muerte de Kamala.
Del mismo modo, las fotos que complementan este mismo artículo y que muestran a las niñas andando a cuatro patas y comiendo en el suelo no fueron tomadas hasta el año 1937.
Por si esto no fuera suficiente, las pesquisas de Serge Aroles sacaron a la luz el testimonio del cuadro médico a cargo del orfanato, que desmentía las afirmaciones hechas por el propio Singh. Es decir, las niñas no tenían unos caninos fuera de lo común, no andaban a cuatro patas y carecían por completo de visión nocturna. En lugar de esto, el médico principal desvela que Kamala estaba afectada del síndrome de Rett, una enfermedad congénita que conlleva serias dificultades motrices y cognitivas además de provocar un severo retraso mental.
En último lugar, los testimonios recogidos entre 1951 y 1952 afirman que Kamala era golpeada constantemente por Singh para que se comportase como un animal salvaje en presencia de los visitantes que acudían al orfanato y que, conmovidos por la visión de las niñas, se vaciaban los bolsillos para colaborar en su manutención.

viernes, 2 de diciembre de 2011

El Krummlauf: de cómo disparar a través de una esquina

Con la invasión de Polonia por parte de las tropas del III Reich en el año 1939, daba inicio oficialmente el mayor conflicto armado del siglo XX: la II Guerra Mundial.
Fue esta una guerra despiadada con la población civil en la que los grandes campor de batalla predominantes hasta la primera Gran Guerra dejaron paso al combate urbano. El asalto casa por casa era efectivo, sí, pero también era sumamente peligroso para los soldados de la Wehrmacht, que se exponían a caer en emboscadas de las resistencias nacionales cada vez que giraban una esquina.
En este contexto, los ingenieros alemanes desarrollaron en el marco de las Wunderwaffen (armas milagrosas o armas maravillosas) un accesorio que permitía a los fusiles de asalto Sturmgewehr 44 disparar a través de las esquinas: el Krummlauf.

Krummlauf
En un principio, el Krummlauf no era más que un tubo de acero que se acoplaba a la boca del arma haciendo que la bala se deslizara por el interior del ángulo en un efecto de "disparo curvo", pero esto planteaba varios problemas.
En primer lugar, las deflagraciones ocasionadas al apretar el gatillo producían una acumulación de gases en el Krummlauf que podían culminar con la explosión del arma en manos de un soldado poco cuidadoso. Este inconveniente se solventó con la incorporación de sendos respiraderos en los costados del accesorio, pero aún quedaban otros problemas.
En segundo lugar, la imposibilidad de apuntar a un objetivo concreto hacía que el Krummlauf fuera un arma sumamente imprecisa. Esto se solucionó añadiendo sobre el tubo un pequeño periscopio que permitía fijar la mira y, además, mediante la correcta aplicación del principio que causaba el tercer problema: la fragmentación de la bala. Al chocar contra el ángulo, el proyectil disparado por el Sturmgewehr tendía a partirse en pequeños trozos que actuaban como metralla. Si bien este efecto no permitía abatir a un enemigo mediante un disparo certero, sí que servía para dispersar a pequeños grupos o para incapacitar a un hipotético resistente emboscado.

El Krummlauf se fabricó en varias versiones con ángulos de 30, 45, 60 y 90 grados que se adaptaban a las exigencias del combate urbano; pero, además, también se desarrollo una variante que sería utilizada en tanques y vehículos blindados: el Krummlauf "P".
Esta nueva evolución del accesorio se incorporó con la intención de permitir a la tripulación de un tanque repeler un ataque de infantería desde el interior. Aplicando los mismos principios que en su versión urbana, varios Krummlauf "P" eran dispuestos de modo que cubrieran los ángulos muertos del blindado, de modo que si un enemigo se acercaba, por ejemplo, para adosar un explosivo a las orugas, la dotación del tanque no tenía más que disparar a través de sus Krummlauf para acabar con el agresor.

CornerShot
A día de hoy, muchas fuerzas especiales de todo el mundo utilizan armas basadas de una manera u otra en el Krummlauf. La primera en ser desarrollada y la más célebre es el accesorio para fusil de asalto "CornerShot".
Desarrollado en Israel (con capital americano), el CornerShot está compuesto por una pistola incorporada sobre una base oscilante con capacidad para girar hasta 60 grados en una u otra dirección. El diseño se completa con una linterna en posición de bayoneta y con una cámara que, desde la base, muestra al operador lo que hay al otro lado de la esquina.
La pantalla en la que se reciben las imágenes está montada tras la base oscilante, en la parte rígida que cubre el arma hasta la culata y por cuyo interior discurren los mecanismos que permiten al soldado a cargo de un CornerShot dispararlo sin exponerse además de manejar el ángulo de giro de la base.

martes, 29 de noviembre de 2011

La batalla del millón de bajas

A principios de diciembre de 1.915, el alto mando aliado se reunió en Chantilly (Francia) para determinar la estrategia que deberían seguir durante el próximo año. En esta conferencia se decidió emprender una ofensiva conjunta desde territorio francés que debía impactar contra las líneas alemanas en el valle del río Somme aplastando toda resistencia y obligando a los imperiales a retirarse continente adentro... lo que los aliados no sabían es que los generales del Reich habían fortificado sus líneas en el Somme y habían planeado su propia ofensiva contra otra de las posiciones francesas: Verdún.

Los aliados avanzan hacia el valle del Somme cuando, el 21 de febrero de 1.916, los alemanes atacan Verdún. La ofensiva coge desprevenidos a los franceses y el alto mando, deseoso de conservar los territorios de la Lorena, desvía a la columna gala hacia la ratonera creada por los imperiales. De esta manera, el peso de la ofensiva del Somme queda en manos de las tropas británicas.

Una semana antes del inicio de la batalla, la maquinaria de guerra británica se pone en movimiento y las 19 divisiones desplazadas hasta el valle del Somme empiezan a trabajar.
Los Royal Fliying Corps empiezan a derribar Fokker alemanes y se hace con la supremacía del espacio aéreo. Al mismo tiempo, la artillería dispara sin descanso una lluvia de granadas sobre las posiciones del Reich mientras, bajo tierra, los zapadores británicos cavan túneles bajo las trincheras y bajo las principales líneas de abastecimiento alemanas. Estos túneles son rellenados con explosivos y los esforzados zapadores se retiran hacia posiciones más seguras con la satisfacción del trabajo bien hecho. Así llegamos al día 1 de julio de 1916.

Voladura de la primera trinchera
A las 7:20 de la mañana, los ingenieros británicos empiezan a detonar las cargas con las que se habían cebado las galerías subterráneas. 10 minutos después, todas las trincheras alemanas han saltado por los aires y la infantería británica empieza a avanzar sobre el campo desolado del Somme.
Los ingleses caminaban con aplomo, confiando en que la semana de bombardeos y la voladura de las trincheras hubieran acabado con casi todo el II Ejército Alemán... pero no había sido así. Cuando las columnas británicas empezaron a avanzar, los soldados del Reich salieron de detrás de los escombros con la boca de las ametralladoras escupiendo fuego sobre la tierra de nadie. Los alemanes habían sido especialmente entrenados en el reconocimiento de oficiales británicos y franceses, por lo que este colectivo fue el que acumuló las mayores bajas por parte de los fusileros mientras que los artilleros se centraron en repartir muerte indiscriminadamente por toda la línea del frente.
Con las últimas luces de aquel 1 de julio, se constató la terrible realidad: el ejército británico había sufrido un total de 57.470 bajas (entre las que había 19.240 muertos y 35.493 heridos) frente a las 8.000 del bando alemán.
Algunas columnas francesas habían conseguido tomar posiciones alemanas al sur del Somme pero la línea de defensa del Reich estaba prácticamente intacta y, en general, el primer día de la ofensiva había sido un rotundo fracaso para los aliados.

Caballería del Deccán
Durante las dos semanas siguientes, los refuerzos fueron llegando a uno y otro bando mientras los soldados británicos emprendían numerosas escaramuzas a lo largo de todo el frente. Estas pequeñas batallas se saldaron con sendas derrotas para el bando inglés.

El 14 de julio se produjo la segunda gran ofensiva del Somme, esta vez sobre el área de Bazentin. A las 3:20 de la mañana, la artillería aliada empezó a disparar sobre las posiciones alemanas, manteniendo el bombardeo durante 5 minutos a lo largo de una línea de 4,5 km de frente mientras la infantería avanzaba bajo la protección de la cortina de fuego.
Las columna aliada protegida por el fuego de cobertura tomó el pueblo de Bazentin le Petit y se hizo con el control de varias trincheras alemanas en torno al bosque de Bazentin le Grand mientras que la 9ª división conquistaba el pequeño pueblo de Longeval. Desde allí, el alto mando inglés fijó sus miras en en el bosque de Bazentin le Grand, en cuya espesura resistían aún numerosos soldados del Reich y ordenó una carga de caballería combinando jinetes del 7º regimiento de dragones y de la caballería india del Deccán.
La carga fue fulminante y los jinetes se introdujeron entre los árboles, pero los soldados alemanes resistieron el envite y prolongaron el combate durante 8 días más hasta que, en la noche del 22 de julio, la última ofensiva británica fue nuevamente rechazada.

Al mismo tiempo, los combates por el sector norte del frente continuaban sin descanso. El mando aliado había visto una oportunidad de atacar las líneas alemanas desde el flanco, pero la posibilidad pasaba obligatoriamente por la conquista de Pozieres, un pequeño pueblo tomado por los alemanes.

Fusileros irlandeses en el Somme
Entre el 14 y el 17 de julio, el IV Ejército británico intentó tomar la población hasta en cuatro ocasiones, pero en todas ellas fue rechazado por la obstinada defensa alemana. Por esta razón, el IV Ejército fue relevado de la tarea y la conquista de Pozieres fue encomendada a tres divisiones australianas bajo el mando del Mayor Harold Walker.
El ataque fue planificado meticulosamente para que coincidiera con la ofensiva del sector sur, gracias a lo que el pueblo fue tomado en la noche del 22 de julio... pero los alemanes no estaban dispuestos a entregar Pozieres tan facilmente.
Durante dos semanas, la artillería alemana fijó sus miras en el pequeño pueblo tomado por los australianos y descargó una lluvia casi ininterrumpida de proyectiles que redujeron Pozieres a escombros. Aún así, los alemanes cargaron el día 7 de agosto sobre el puñado de ruinas humeantes que aún defendían con denuendo los australianos. Fueron rechazados y el alto mando británico conservó el control de Pozieres, fijando ahora su objetivo sobre la granja Mouquet, en la que los soldados del Reich habían establecido una fuerte posición defensiva.

Los australianos, diezmados por la batalla de Pozieres, recibieron la orden de avanzar entre las líneas enemigas abriéndose paso hacia la granja Mouquet. Durante el trayecto, los soldados fueron duramente castigados por la fusilería alemana pero, aún así, consiguieron llegar hasta la granja y establecer una línea de trincheras al sur de la misma, desde la que emprendieron una serie de ataques que se prolongaron durante más de un mes hasta que, extenuados, los australianos se vieron obligados a retirarse dejando su sitio a un destacamento canadiense que consiguió finalmente entrar en la granja el día 16 de septiembre.
Antes siquiera de que pudieran asentarse en su recién tomada posición, los canadienses fueron rechazados por una contraofensiva alemana que les hizo retroceder hasta la línea de tricheras para, tan sólo 10 días después, emprender un nuevo ataque que concluiría con la granja Mouqet en manos británicas.

Soldados del ANZAC
Un día antes de la toma de Mouquet, entró en combate la flamante arma secreta del ejército británico: los tanques. 49 carros de combate fueron llevados hasta el valle del Somme y, aunque sólo 21 de ellos entraron en combate, constituyeron un factor decisivo para precipitar los acontecimientos.
La primera línea de defensa alemana se desmoronó ante el empuje de los tanques. La segunda línea aún resistía cuando los aliados tomaron la fortaleza de Thiepval, el último gran bastión alemán en el valle del Somme... pero los germanos nunca han sido fáciles de vencer, y esta batalla no iba a constituir una excepción.
A pesar de haber perdido empuje y posiciones, los soldados alemanes se atrincheraron una vez más y sometieron al ejército aliado a una guerra de desgaste plagada de innumerables escaramuzas que le costaron la vida a miles de soldados británicos. Esta fase de la batalla se prolongó hasta que, el día 13 de noviembre, el alto mando británico quiso zanjar la cuestión de una vez por todas.

En un intento desesperado por acabar con una batalla que se prolongaba ya más allá de los 4 meses, la comandancia británica ordenó repetir a menor escala la estrategia del primer día de batalla.
Dos trincheras alemanas saltaron por los aires en las primeras horas del 13 de noviembre, justo antes de que los soldados británicos se lanzasen a la que sería la última carga de la batalla del Somme. Desgraciadamente para los aliados, el resultado de la ofensiva fue el mismo que se produjo aquel lejano 1 de julio.
Miles de británicos cayeron para tomar unas trincheras defendidas por un puñado de alemanes exhaustos.

Alemanes muertos en el Somme
La batalla terminó oficialmente el día 18 de noviembre de 1.916. Los aliados habían conseguido tomar una paupérrima franja de tereno cubierta de escombros que cubría unos 8 kilómetros. En ella se amontonaban los cadáveres de 310.000 hombres que, sumados a los heridos (graves) y a los desaparecidos, conformaban la escalofriante cifra de más de un millón de bajas producidas únicamente en aquel trozo de terreno de la Picardía francesa durante los 4 meses que marcaron el devenir de la I Guerra Mundial.

viernes, 25 de noviembre de 2011

El partido que nunca se jugó

Vamos a dedicar la entrada de hoy a un partido de fútbol que nunca llegó a disputarse pero que, aún así, marcó el inicio simbólico de la Guerra de los Balcanes.

Día 5 de mayo del año 1.990. El muro de Berlín ha caído, la hoz y el martillo pierden fuerza en toda Europa del este y los antiguos satélites soviéticos empiezan a clamar por su propia identidad nacional. En este contexto llegamos al derbi de los derbis en la liga yugoslava: el Dínamo de Zagreb (croata) contra el Estrella Roja de Belgrado (serbio).

Delije
Un número cercano a 3.000 Delije (hinchas radicales del Estrella Roja) se desplazan hasta la capital de Croacia al mando de su líder, un hooligan llamado Arkan y sobradamente conocido por la policía. En Zagreb les esperan los Bad Blue Boys, el grupo radical del Dínamo.
Los ánimos están caldeados más por la inestable situación política que por la importancia del partido en sí misma, ya que el Estrella Roja tenía la liga ganada cuando acudió al estadio Maksimir en aquel 5 de mayo.

El contingente de Delije empieza a sembrar el caos en las calles de Zagreb. Por su parte, los Bad Blue Boys no se quedan atrás y contestan a los seguidores serbios oponiéndoles toda la violencia que son capaces de desplegar, lo que se salda con un largo día de disturbios por toda la capital croata antes de que ambos grupos radicales sean conducidos al interior del estadio en medio de un fortísimo dispositivo policial.
El estadio Maksimir, con 30.000 espectadores de capacidad, supera los dos tercios de su aforo... pero aún falta una hora para el inicio del partido y los hooligans, como siempre, se aburren. Arkan y sus Delije empiezan a entonar cantos nacionalistas serbios mientras los Bad Blue Boys tratan de contrarrestarlos gritando consignas pro-croatas desde el fondo opuesto.

Bad Blue Boys
Los jugadores de ambos equipos, entre los que se encontraban futbolistas como Robert Prosinecki (Estrella Roja) o Davor Suker (Dínamo de Zagreb), saltan al campo y la locura se desata. Los Delije empiezan a arrancar las vallas publicitarias y los asientos del estadio para lanzarlos contra los aficionados  no radicales del Dínamo, causando decenas de heridos mientras que la policía, mayoritariamente serbia, no interviene.
La grada de los Bad Blue Boys empieza a bullir clamando contra la actitud de los Delije  contra los aficionados "normales" del equipo croata y contra la pasividad de la policía mientras los jugadores del Estrella Roja, viendo el percal, enfilan hacia el túnel de vestuarios.
Viendo la retirada pacífica de su equipo, Arkan estalla y los Delije empiezan a sacar cuchillos, descendiendo hacia la grada general y apuñalando a decenas de aficionados mientras la policía contempla la escena sin decidirse a actuar. En vista de esto, los Bad Blue Boys bajan de su grada, pisando el césped del estadio Maksimir y emprendiendo una carga desenfrenada contra los radicales del Estrella Roja.

Es en este momento cuando la policía interviene tratando de abortar la carga de los croatas. Zvonimir Boban, futbolísta emblemático del Dínamo, la emprende a patadas con un policía mientras una avanzadilla de los Bad Blue Boys le rodea para protegerle.
La policía empieza a disparar cañones de agua contra el núcleo de los radicales croatas y los vehículos militares hacen acto de presencia en el césped. Viendo que los disturbios se les han ido completamente de las manos, los policías serbios deciden lanzar botes de gas indiscriminadamente sobre todas las gradas con la esperanza de evacuar el estadio, que, finalmente, se queda vacío.

Arkan y sus "tigres"
 ¿He dicho vacío? Bueno, eso no es del todo cierto. Sobre el césped y entre las gradas destrozadas yacen centenares de heridos. Las palizas y las puñaladas se han cobrado su saldo, pero ha sido el gas lanzado por la policía el que ha dado la puntilla provocando un sinfín de intoxicaciones y desmayos.

Esta es la historia del partido que nunca se jugó. Algo más de un año después, los Dejile y los Bad Blue Boys volverían a verse las caras, pero esta vez no sería en un estadio sino en un campo de batalla. La mayoría de los radicales del Dínamo se unió a la milicia croata mientras que Arkan se convirtió en un señor de la guerra y fundó su propio grupo paramilitar (los tigres de Arkan) con antiguos integrantes de Delije. Pero eso ya es otra historia... ¿o quizá no?

martes, 22 de noviembre de 2011

Arbeit macht Frei

El trabajo os hace libres... Esta es la cínica inscripción que encontraban aquellos que eran enviados a encontrarse con su destino en Auschwitz.
Este campo de exterminio, el más grande jamás creado por la Alemania nazi, se encontraba a unos 60 kilómetros al oeste de Cracovia y estaba compuesto a su vez por varios subcampos.

Niños en Auschwitz
Auschwitz I, fundado el 20 de Mayo de 1.940, conformaba el centro administrativo de todo el complejo. En él, una cifra de entre trece y dieciseismil prisioneros se hacinaban luchando por sobrevivir día tras día. 
El interior de este subcampo era vigilado por tropas de la Totenkopfverbande SS, escindidas de la Waffen SS y encargadas de la seguridad de los campos. Puesto que el campo se hallaba escandalosamente masificado, los vigilantes se servían de prisioneros a los que se les encomendaba la tarea de controlar a los demás reos a cambio de mejores condiciones durante su estancia en este subcampo (kapos).

Al contrario que el primer campo, Auschitz II (Birkenau) estaba dedicado por completo al exterminio de prisioneros y de “excedentes” de los otros subcampos, para lo estaba equipado con cuatro crematorios dotados de sendas cámaras de gas que podían albergar hasta 2.500 personas por turno.
Para evitar motines, a los prisioneros que eran llevados a las cámaras de gas se les convencía de que eran habitaciones destinadas a proporcionarles una ducha y un tratamiento desinfectante, por lo que debían dejar sus pertenencias en un casillero y recordar su número para recogerlas a la salida.
Una vez dentro de la cámara de gas, el temido Zyklon B tardaba en actuar unos 25 minutos tras los cuales otros prisioneros, conocidos como Sonderkommandos y especialmente escogidos para este fin, arrancaban a los finados los dientes de oro, anillos o cualquier otra posesión de valor que pudieran tener y llevaban los cadáveres a los crematorios anexos para su eliminación.
Fue tal el horror que se desató en Birkenau que su recuerdo prevalece sobre el del propio complejo hasta el punto de que el conocimiento popular reduce la extensión de Auschwitz a aquellas cámaras de gas y al funesto recuerdo de los enormes hornos crematorios que escupían hacia el firmamento una lluvia continua de cenizas humanas.

Sonderkommandos
Sobre Auschwitz III (Monowitz) hay más bien poco que decir. Se trataba de un subcampo de trabajo, supeditado a la empresa alemana IG Farben, cuya función era hacer trabajar a los prisioneros hasta la extenuación para la industria de guerra alemana y enviarlos a Auschwitz II cuando ya no servían ni tan siquiera para ser explotados como mano de obra gratuíta.

A parte de los tres subcampos anteriormente descritos existían una infinidad más de subcampos, de menor extensión e importancia que los tres principales, supeditados al complejo de Auschwitz.
Esta miríada de pequeños subcampos eran, al igual que Auschwitz I y Auschwitz III, campos de trabajo, por lo que conviene saber que el complejo no era en su totalidad un campo de exterminio, como se tiende a creer, sino que uno de sus subcampos, concretamente Auschwitz II Birkenau, estaba dedicado por completo al exterminio masivo de prisioneros que ya no resultaban útiles para los demás campos de trabajo.

La historia juzgó en su momento las acciones de los dementes que idearon esta fábrica de atrocidades. A día de hoy, la responsablidad de que esto no vuelva a repetirse recae sobre nosotros.

viernes, 18 de noviembre de 2011

El señor de los océanos (2 de 2)

El martes pasado, dejamos a Temujin recién coronado como Gengis Khan y a punto de emprender su gran aventura de conquista. Sigamos con la historia.

Si bien los contingentes comandados por Gegis Khan nunca fueron demasiado numerosos (contaban con una fuerza máxima de 110.000 hombres), cada tropa estaba formada por soldados altamente cualificados y terriblemente profesionales en su oficio.
El soldado mongol pertenecía obligatoriamente al ejército desde los 15 años hasta los 70... o hasta su muerte, lo que llegara antes. Se mantenían en constante movimiento y nuca dejaban de ejercitarse en la monta de sus famosos ponys ni en el tiro con arco, lo que los convertía a la larga en unos centauros capaces de disparar certeras flechas en pleno galope.
Su armadura estaba formada por una coraza de cuero de caballo curtida y un escudo del mismo material. Esta peculiar vestimenta protegía al jinete mongol de las flechas enemigas al tiempo que le otorgaba una ligereza  y  una movilidad nada desdeñables.
Los soldados de Gengis Khan completaban su impedimenta con mortales arcos de madera tensados con tendones a los que añadían toda suerte de dagas, espadas largas, lanzas y ganchos.

Caballo mongol actual
La fuerza de la horda mongola se basaba en los ponys de cuello grueso y pequeña alzada que poblaban la estepa asiática. Las cortas patas de estos animales les permitían una gran maniobrabilidad durante las largas marchas acometidas por la horda en la que cada jinete llevaba consigo cinco monturas que le facultaban para recorrer distancias de hasta 200 kilómetros al día.
Pero al fin y al cabo, el gran ejército de la Mongolia unificada no era más que una horda desorganizada... y Gengis lo sabía. Por este motivo, el gran Khan contrató ingenieros militares que llegaron desde los cuatro puntos cardinales para instruir a los mongoles en el uso de maquinaria y tácticas de asedio.

Con su recién adquirida formación, un ejército de 70.000 hombres y mujeres bajo el mando de Gengis Khan emprende en el año 1211 la conquista de China.
Uno tras otro, los contingentes enviados por el emperador chino contra la horda mongola son derrotados sin dejar supervivientes. Las tropas montadas de Gengis avanzan sin prisas barriendo el norte de China hasta que por fin, en el año 1215, conquistan Pekín tras aplicar brillantemente los conocimientos que les habían enseñado los ingenieros militares para superar unas murallas de 12 metros.
Con el norte de China en sus manos, Gengis decide volver a la estepa para pacificar sus propias tierras, que ya empiezan a bullir tras un periodo de 4 años sin líder. Por esta razón, el ejército mongol que había emprendido la conquista de se divide , volviendo una fracción con Gengis mientras que la mayor parte queda bajo el mando de Muqali, el lugarteniente mongol que culminaría la conquista de Corea tan sólo 3 años después de la caída de Pekín.

Así llegamos al año 1.219. Oriente está bajo domino mongol y el gran Khan, lejos de ver satisfecha su hambre de conquista, fija su vista en occidente.

Arquero mongol
Al oeste de la estepa se encuentran las provincias orientales del Islam. Gengis Khan, consciente de que la fuerza de los musulmanes es mucho más grande que la suya propia, decide tomar la vía diplomática y pone en camino una caravana de comerciantes cargados de obsequios para el gobernador de Utrar, en el reino de Karhezm. Los comerciantes son saqueados y asesinados a las puertas de la ciudad.
Aun así, el dirigente mongol no abandona la vía diplomática y decide enviar un emisario a Samarcanda, capital del reino, pidiendo la destitución inmediata del gobernador de Utrar... los musulmanes deciden ejecutar al mensajero sin ni siquiera escucharle y esto, como es lógico, desata la furia de Gengis Khan.

Una gran horda mongola comandada por el propio Gengis entra a sangre y fuego en el reino aplastando toda oposición. Sólo en la primera batalla, las tropas del Khan exterminan a una fuerza musulmana de de 160.000 hombres.
Los soldados de Gengis son como una plaga de langostas. Lo destruyen todo a su paso; ni una sola aldea queda sin saquear en el camino hacia la ciudad de Utrar, que sufre un asedio de 5 meses que sólo se levanta cuando el Kahn pasa a cuchillo a todos sus habitantes y mata a su gobernador vertiendo plata fundida sobre sus ojos.
El hambre de conquista es imparable y, ahora que Utrar ha caído, los mongoles encuentran franco el camino hacia Samarcanda.
La mítica ciudad es tomada y saqueada en el año 1.220. Sus intelectuales más preeminentes son capturados y enviados a Mongolia mientras que el resto de la población es asesinada sin distinción de sexo o edad. De esta manera, Gengis conquista los territorios correspondientes a las acuales Irán, Irak y Turquestán.

Una vez ha vencido la resistencia musulmana de oriente medio, Gengis Khan fija sus miras en la enorme Rusia, que se sacude azotada por las disputas internas entre los príncipes de sus distintos rus. El ejército mongol se pone en movimiento hacia la actual Donetsk (en Ucrania oriental).
Los príncipes, en vista de la amenaza que se les viene encima, dejan a un lado sus rencillas y se unen, convocando a una gran fuerza combinada de 80.000 hombres que deben hacer frente a los 20.000 jinetes mongoles desplegados a la orilla del río Kalka.
El resultado de esta batalla podéis imaginarlo. Las fuerzas rusas son aplastadas y una nueva parcela de terreno se suma al extenso imperio del Señor de los océanos.

Imperio mongol (1.227)
Satisfecho en su orgullo, Gengis Khan gira de nuevo sus ojos hacia oriente con la esperanza de poder completar la que fue su primera gran empresa. El norte de China se postra ante su dominio, pero en el sur aún se alzan voces que claman por la libertad. Esas voces disidentes, como es natural, deben ser aplastadas.
Gengis cabalga sin descanso de vuelta a la llanura, aún imponente a sus 60 años de edad. Si bien el gran Khan no pudo ser abatido por flechas ni espadas durante sus largos años de combate, el destino quiso que fuera víctima de la más que deficiente higiene mongola.
Gengis Khan, orgulloso caudillo de las tribus esteparias, moría víctima del tifus en el año 1.227.

El imperio más grande de la historia fue repartido entre los cuatro hijos que Gengis había tenido con su esposa Burte. Los vástagos del Khan enterraron a su padre con todos los honores en un lugar secreto que, a día de hoy, ningún arqueólogo ha sido capaz de encontrar.

martes, 15 de noviembre de 2011

El señor de los océanos (1 de 2)

Esta semana vamos a dedicar unas líneas al fundador del que, a posteriori, se convertiría en el imperio más grande de la historia.
Si os digo que su nombre era Temujin, quizá no os diga nada; pero si añadimos que su leitmotiv fue "lo mejor que un hombre puede hacer es perseguir y derrotar a su enemigo, apoderarse de sus pertenencias, montar sus caballos y usar el cuerpo de sus mujeres y dejarlas llorando y gimiendo", quizá ya sepáis de quién estamos hablando.
¿Aún no? Vamos con la pista definitiva: fue elegido por el Washington Post como la figura más importante del segundo milenio y, aunque nació bajo el nombre de Temujin, fue conocido en todo el mundo como Gengis Khan.

Gengis Khan
Temujin nació alreddor del año 1167, en una época en la que la nación mongola estaba dividida en infinidad de tribus enfrentadas entre sí. Los hombres morían a centenares y cualquier conato de alianza era rápidamente aplastado por los clanes rivales o por otras tribus deseosas de sembrar la discordia entre los pueblos de la estepa... pero la vida sigue y, en este contexto, uno de los jefes de clan llamado Yesugei vio nacer a su primer hijo.
Yesugei era un líder poderoso, pero no tanto como para que los tártaros, el terror de la llanura, no se atreviesen a atacarle. Debido a esto, Yesugei fue envenenado por sus enemigos tártaros en una fiesta a la que había sido invitado atraído mediante engaños.
Temujin queda huérfano de padre a la edad de nueve años; pero no todo está perdido. Su madre, Hulun, queda al cuidado del joven heredero y le inculca una educación adecuada para hacerse cargo de los designios de un pueblo que aún llora la muerte de su líder.

La tribu de nuestro protagonista, temerosa ante la idea de que les guiara un khan tan jóven y, según su opinión, tan débil, empieza a abandonar a Temujin. Dos terceras partes del clan desertan mientras el resto de tribus se abalanzan como buitres sobre las fértiles tierras gobernadas por el joven cacique. Hulun, viéndo la indefensión en que se encuentra su tribu, a la que casi no le quedan guerreros, coge a su hijo y huye a la inmensidad de la estepa.
Aquí comienza la leyenda de cómo un niño huérfano llamado Temujin llegó a convertirse en el líder unificador de todas las tribus mongolas y en el regente del imperio más grande de la historia.

Temujin crece en el agreste salvajismo de la llanura asiática, pero no se contagia de él. Su madre, siempre atenta a su educación, y los pocos leales que habían huído con él le instruyen en conceptos tan dispares como la diplomacia, la lucha con espada, la monta de los célebres caballos mongoles y el tiro con arco.
A la edad de 13 años, Temujin considera que su momento ha llegado: se arma de valor y llama a los antiguos banderizos de su padre. La respuesta, por desgracia, no fue la que él esperaba.
En vista de la oportinidad que se les presentaba y temerosos de que el joven aspirante a khan (pues ya había perdido aquel título) pudiera causarles algún problema, los que fueron lugartenientes de Yesugai meten a Temujin en un cepo y se lo entregan a Tartugai, el khan de la tribu más odiada por la gente de nuestro protagonista.
Los días pasan con lentitud desesperante y Temujin utiliza decenas de sutiles estratagemas para granjearse la simpatía del carcelero que Tartugai había designado para él. Una noche, aprovechando un descuido de su guardián, Temujin le apuñala con su propia daga y se da a la fuga, refugiándose en el cauce seco de un río mientras Tartugai pone todo su empeño en darle caza.

La alianza de Temujin y Toghrul
Enfadado por el trato que le habían dado los banderizos de su padre, Temujin empezó a recoger los retzos de lealtad con los que aún contaba y estableció una provechosa alianza con Toghrul, el líder de la tribu más poderosa de la estepa en ese momento.
Toghrul, tras escuchar la historia de Temujin y consciente del linaje que corría por sus venas, le ofreció en matrimonio a su hija Burte, a la que nuestro protagonista amaría y respetaría todos los días de su vida.

El tiempo pasó y Temujin alcanzó la edad de 17 años completando su formación gracias a la hospitalidad de su nuevo clan. En este momento, contando con unos aliados poderosos que le respaldaban sin reservas, Temujin se lanzó a la conquista de la llanura.
Aplastó sin ceremonia a las tribus más débiles, dejando tan sólo unos pocos supervivientes para que fueran vendidos como esclavos. La historia del hijo de Yesugai resurgiendo de sus cenizas para vengar la muerte de su padre se extendió como un incendio por la estepa y cada vez más guerreros se unían a su causa.
Por fin llegó el momento en el que Temujin pudo enfrentarse una vez más a Tartugai. De un lado del campo de batalla, 13.000 mongoles de tribus dispares bajo el mando del líder en ciernes; al otro, 30.000 tai-schutos confiados en poder vencer sin demasiados problemas a aquel arrogante joven y a su horda de desharrapados. ¿El resultado? los tai-schutos fueron barridos del campo de batalla y su tribu fue exterminada desde el guerrero más orgullosos hasta el bebé más inofensivo mientras 60 de sus lugartenientes más importantes eran ejecutados mediante la inmersión en agua hirviendo.

En los años que siguieron a la masacre de los tai-schutos, Temujin se dedicó a golpear sin piedad al resto de tribus, sometiéndolas una tras otra hasta que, en el año 1.203, rompió sus lazos de alianza  con Toghrul y lo expulsó de su propio territorio.
A estas alturas, el ejército comandado por nuestro protagonista era ya más poderoso que cualquiera que pudieran oponerle, por lo que los keraitas de Toghrul no pudieron hacer nada salvo seguir a su líder y someterse a la voluntad de Temujin.

Gengis Khan emperador
Tres años más tarde, en 1.206, se celebró la asamblea de jefes tribales en la que Temujin obtuvo el nombre que le acompañaría durante el resto de su vida.
Los mongoles tenían la creencia de que la tierra no era sino una gran llanura rodeada de océanos, por lo que otorgaron a Temujin el título de Gengis Khan: Señor de todos los océanos. De esta manera, a los 39 años de edad, el hijo desterrado de Yesugai se convirtió en el emperador de los mongoles.

Durante los años siguientes, el recién nombrado khan, se afanó en sentar las bases del imperio mongol. Agradecido por la educación que le había dado Hulun e impulsado por el amor que profesaba hacia su esposa Burte (que a estas alturas le había dado ya cuatro hijos), Gengis Khan dio privilegios a las mujeres otorgándoles el derecho a la propiedad privada e incluso a combatir junto a los guerreros.
Acto seguido, el nuevo líder se concentró en reunir el ejército más poderoso que había pisado la edstepa y lanzarlo contra sus enemigos para extender aún más sus dominios... pero esa es otra historia que abordaremos este mismo viernes.