martes, 26 de julio de 2011

La batalla de Cannae

Nos situamos en el año 215 a.C. Aníbal ha cruzado los alpes con su ejército y campa a sus anchas por toda la península itálica, permitiéndose incluso el lujo de rodear Roma en lugar de asaltarla para, de esta manera, asolar el sur de Italia sembrándolo de saqueos, asesinatos y violaciones.
Las invencibles legiones romanas han sufrido ya dos severas derrotas en su propio territorio a manos del cartaginés. La moral está por los suelos y la guerra de desgaste emprendida por el dictador Quinto Fabio Máximo no contribuye a arreglar la situación; así que el senado decide que ha llegado el momento de dar un golpe de mano y destituye a Fabio, nombrando en su lugar a Cayo Terencio Varrón y a Lucio Emilio Paulo.

Aníbal Barca
De esta manera empieza a gestarse la que sería una de las mayores obras de arte de la historia en materia de estrategia.

Normalmente, los problemas militares de Roma se solventaban con un cónsul que comandaba no más de dos legiones (unos 10.000 hombres) pero, en esta ocasión, la amenaza era tan palpable que el senado decidió escoger dos cónsules y poner bajo su mando una fuerza militar formada por nada menos que ocho legiones, que unidas a la caballería aliada y a las tropas auxiliares alcanzaban la nada despreciable cifra de 90.000 soldados.

Aníbal asolaba el sur de Italia, Roma había reunido al mayor ejército de su historia y los cónsules partían con sus tropas al encuentro del caudillo cartaginés.

Por su parte, Aníbal Barca decide tomar la iniciativa y conquista un gran depósito de suministros en la ciudad de Cannae, lo que inquieta a los cónsules romanos al cortar una de sus principales líneas de avituallamiento. Esto propicia que Varrón y Paulo aceleren la marcha para llegar a Cannae dos días después y levantanr su campamento a unos 10 kilómetros de las posiciones cartaginesas.
Por el camino, se produce una escaramuza en el que las tropas romanas vencen a un pequeño contingente cartaginés, lo que llena de confianza a los legionarios y convence a Varrón de que una batalla en campo abierto debería acabar con las pretensiones de Aníbal... pero Paulo es más prudente y reniega del desperdicio de vidas que supondría una batalla campal pues, a pesar de la superioridad numérica de los romanos, el de cartago cuenta con una caballería más numerosa y de mejor calidad.


Formación de una legión
Aníbal, buen conocedor de las costumbres romanas es consciente del estado de ánimo de su enemigo y, además, sabe que si un único ejército es comandado por dos cónsules, estos deberan alternarse diariamente en el mando... por lo que espera al segundo día (en el que Varrón está al mando) para salir a campo abierto y presentar batalla.
El cónsul muerde el anzuelo y se planta en el campo de batalla con sus 90.000 hombres dispuestos en la formación tradicional de las legiones romanas: infantería ligera en primera línea, infantería pesada y lanceros justo detrás de ellos, caballería romana cubriendo el flanco derecho y caballería aliada cubriendo el izquierdo.
Las tropas cartaginesas se colocan en una línea algo más corta que la romana, con las infanterías gala e íbera en el centro. El flanco derecho queda al cuidado de la caballería númida comandada por Hannón mientras que el izquierdo es protegido por unos 6.500 jinetes celtíberos bajo el mando de Asdrúbal.

Las hostilidades comienzan con el río Aufidus protegiendo el flanco izquierdo del ejército cartaginés, al que se le ha ordenado desplegarse mirando hacia el oeste, de manera que el sol de la mañana cegase a los romanos y el viento arrojara nubes de polvo sobre sus caras al acercarse al frente de batalla.

Posiciones iniciales
Los arqueros de Cartago empiezan a lanzar nubes de flechas contra la formación romana al tiempo que los jinetes de Asdrúbal y de Hannón hostigan sus flancos haciendo que los soldados de los extremos se acerquen más hacia el centro e igualando así la longitud de las líneas romanas con las cartaginesas. La caballería romana se demuestra del todo ineficaz y pronto sufre una auténtica masacre a manos de los númidas y los celtíberos que flanquean el frente de Aníbal pero, por el contrario, la infantería avanza con seguridad y el centro de la línea cartaginesa empieza a ceder, desplazándose hacia atrás bajo el empuje de las legiones.

El frente cartaginés va tomando poco a poco la forma de una media luna sobre la que presionan los curtidos veteranos de la infantería pesada romana... pero Aníbal lo tenía todo bajo control. Ordenando la retirada controlada de sus infantes, consigue que el centro del frente se hunda aún más y los romanos se introduzcan en medio del cerco creyendo que están ganando la batalla. Acto seguido, el general de Cartago ordena a los flancos que presionen los extremos de la formación romana e impulsa a la infantería a frenar el retroceso para empujar a los legionarios contra la caballería de Hannón y de Asdrúbal, que llegando por detrás de las líneas de Verrón ha conseguido cerrar el círculo de muerte en el que se han encerrado los romanos.


Maniobra de pinza
Las ocho legiones que el senado ha destinado a Cannae forman una bolsa de resistencia en el corazón del ejército cartaginés, pero los soldados de los flacos van cayendo poco a poco y los soldados se ven  cada vez más empujados hacia el centro de la formación.
El ejército más numeroso que la todopoderosa Roma había logrado reunir en toda su historia es masacrado en los campos del sur de Italia ante la mirada atónita del único cónsul que queda con vida, Verrón, quien no es capaz de entender como han podido llegar a ese punto.

La batalla de Cannae deja un balance de 70.000 muertos y 11.000 prisioneros en el bando romano, lo que provoca que se declare un día entero de luto nacional, ya que no había una sola familia en Roma que no se hubiera visto afectada directamente por la maniobra magistral de Anibal Barca.

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