martes, 18 de octubre de 2011

La puerta de Ishtar

Hoy nos vamos a desplazar en el tiempo y en el espacio hasta la fabulosa Babilonia del siglo VI a.C. para rendir merecido homenaje a uno de los monumentos más bellos jamás construídos.

Imaginemos por un momento que somos viajeros, turistas que pisan por primera vez aquel faro de civilización en medio de un mundo azotado por la violencia. El año nuevo está próximo y la ciudad rebosa de gente que peregrina hacia el templo de Marduk cargada de ofrendas para el dios y sus sacerdotes.
Las callejuelas zigzagueantes que transcurren entre las casas mantienen un uniforme color ocre hasta que nos incorporamos a la riada humana que discurre por la Avenida de la Procesión. De pronto, ante nuestros ojos se alza la Puerta de Ishtar.

Puerta de Ishtar (maqueta)
Brillando como una joya bajo la luz del mediodía, sus columnas azules se alzan a 14 metros de altura mientras entre ellas se crea un arco inmenso que permite el paso de hombres y carruajes a través de las murallas interiores. Desde los 10 metros de anchura de la puerta, leones, toros, dragones y otros animales mitológicos resaltados en dorado observan impasibles el paso de una marea de fieles que nunca se interrumpe, que siempre fluye rodeada de algarabía bajo la puerta consagrada a la diosa babilónica del amor y de la guerra.

Tras la puerta, se alza aún más imponente una fortaleza integrada en la muralla interior e igualmente construída con los mismos ladrillos vidriados de lapislázuli. Entreverados entre el azul predominante, otros ladrillos de colores rojizos y dorados dibujan las siluetas estáticas de decenas de bestias que permiten del mismo modo el paso a través del tunel excavado en el conjunto.

Después de pasar por la Puerta de Ishtar, la Avenida de la Procesión desemboca en la gran explanada de la ciudadela interior, en la que se encuentran una gran cantidad de templos dedicados a todo el panteón babilónico. Uno de ellos destaca sobre todos los demás: el Etemenanki.

Etemenanki
Consagrado a Marduk, patrón de Babilonia y cabeza visible de todo el panteón mesopotámico, el Etemenanki era un zigurat de 7 pisos y una altura total de 91 metros que contaba con un templo en su cumbre. Este colosal monumento era visible desde toda la ciudad y constituía el centro del los festejos del año nuevo, marcando con sus columnas doradas el camino a aquellos fieles que quisieran acudir a honrar a Marduk.

No sin cierta nostalgia, abandonamos este pequeño viaje con la cabeza alzada hacia el más alto de los templos babilónicos, rodeados de peregrinos y con la brillante Puerta de Ishtar a nuestras espaldas. Es el momento de volver a la realidad... pero no de olvidar lo que hemos visto.

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