martes, 8 de noviembre de 2011

Batallas navales en tierra firme

A primera vista, resulta imposible celebrar una batalla naval lejos del mar... pero como ya demostró en Alesia, para Julio César no había nada imposible. El fue el precursor de las naumaquias, auténticas guerras marineras en el corazón de Roma.

Naumaquia
En el año 46 a.C., incluída en el marco de unos fastuosos festejos debidos a su cuádruple triunfo, César ordenó que se cavara un foso en una de las márgenes del río Tíber y llevó hasta allí un sinfín de barcos. Esta es la primera naumaquia de la que se tiene constancia y enfrentó a 2.000 combatientes y 4.000 remeros (tomados de entre los prisioneros de guerra) para deleite de la más que razonablemente asombrada población de la capital del mundo conocido.
Años más tarde, en el 2 a.C., César Augusto aprovechó la inauguración de un templo consagrado a Marte para emular a Julio con una naumaquia en la que combatieron 3.000 hombres a bordo de 30 barcos grandes y una miríada de embarcaciones más pequeñas.

En un principio, las naumaquias se celebraron en fosos excavados junto a la orilla de grandes ríos como el Tíber pero, en el año 52 d.C., Claudio introduce una variante que convierte estas representaciones en algo más que simples combates de gladiadores llevados a cabo en la cubierta de un barco. Antes de iniciar el drenaje del lago Fucino, el emperador decide delimitar una parte de su enorme superficie para celebrar una auténtica batalla naval con barcos que representaban a las flotas de Sicilia y de Rodas y que se enfrentaron en un combate con maniobras de aproximación y embestidas en toda regla.
Cinco años más tarde, Nerón decide empezar a celebrar las naumaquias lejos de las grandes masas de agua. En un intento por acercar estos espectáculos al pueblo, Nerón decide construir una gran piscina de madera en el Campo de Marte y celebra la primera de sus naumaquias en ella. Dado el rotundo éxito que consigue y el auge de popularidad que de ello se deriva, el emperador decide repetir la experiencia en el año 64 d.C.

Pero estas primeras piscinas de madera no eran nada comparadas con la revolución introducida por Tito Flavio.
Si César había conseguido juntar miles de combatientes en un espacio reducidamente pequeño y Nerón había conseguido llevar la pasión por las naumaquias hasta el ciudadano de a pie, ¿por qué no celebrar una gran batalla en el flamante anfiteatro que se acababa de inaugurar en el corazón de Roma?
Naumaquia en el Coliseo
Dicho y hecho. El Coliseo, con sus 50.000 localidades, fue inundado en una obra faraónica de la brillante ingeniería imperial y su arena se utilizó para que miles de gargantas jalearan el espectáculo de miles de hombres matándose unos a otros en la cubierta de los barcos.
La superficie del Coliseo era mucho más pequeña que la de las piscinas o los fosos utilizados con anterioridad, por lo que la maniobrabilidad de las naves era casi nula, pero su capacidad era mucho más grande y la aclamación del público fue tal que se se volvió a inundar el anfiteatro romano en al menos dos ocasiones más (en el año 85 y en el 89).

Las naumaquias se siguieron celebrando durante siglos, si bien la fiebre inicial se fue disolviendo paulatinamente hasta convertir estas batallas en meras representaciones treatrales. A día de hoy, la naumaquia está considerada como un recurso artístico condenadamente difícil de llevar a cabo sobre un escenario debido a la ingente cantidad de recursos que requiere.

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