viernes, 30 de diciembre de 2011

La lebrela de Términos

En este mismo blog ya hablamos en su día acerca de Becerrillo, un alano español utilizado por los castellanos durante la conquista de América; pero este no fue ni mucho menos el único perro que participó en la epopeya americana. Hoy vamos a dedicar unas líneas a la lebrela de Términos, obstinada superviviente en medio de la nada.

Corría el año 1.517 cuando la flota expedicionaria de Hernández de Córdoba atracó en la mexicana Isla de Términos (actualmente Isla del Carmen). No se sabe muy bien si por las prisas o por puro descuido, una lebrela quedó abandonada en medio de aquel paraje cuando la flota levó anclas y se hizo de nuevo a la mar.
A partir de este momento, la historia de dicha perra queda en suspenso hasta que, dos años después, un barco de la expedición de Hernán Cortés se separa del resto de la flota en medio de una tormenta.

Lebrel
Quiso el destino que el oleaje llevase a aquel barco hasta la Isla de Términos, donde embarrancó quedando varado. Los marineros ya se estaban preparando para pasarlas canutas durante el tiempo que durase su estancia en aquel trozo de tierra perdido en medio del mar... pero no fue así.
Cuando el barco toco tierra y sus tripulantes bajaron a la isla, una perra (de raza lebrel, para más señas) salió de la nada para recibir a los marineros de Cortés con un escándalo de mil demonios. La lebrela había sobrevivido durante dos largos años en la isla a base de cazar conejos y liebres para su propio sustento pero, en el momento en el que vio a los conquistadores, se acordó de aquellos que la habían llevado hasta Términos y empezó a cazar para alimentar a los náufragos.

Por si sobrevivir por sus propios medios no fuera hazaña suficiente, cuentan las crónicas de Cortés que la lebrela estaba gorda y lustrosa, lo que hace pensar que no pasó penalidades en ningún momento de aquellos dos años perdidos.

Cuando, unos días después, la flota del extremeño llegó a la isla temiendo por sus compañeros perdidos, encontraron  que las jarcias del barco embarrancado estaban festoneadas de pieles de conejo y liebre, todas ellas trofeos de caza conseguidos por la lebrela de Términos en aquellos días.

martes, 27 de diciembre de 2011

El partido de la muerte

Como todas las cosas, el fútbol también tiene su historia y en este mismo blog hemos tratado uno de sus capítulos haciendo referencia al partido que nunca se jugó. Hoy vamos a dedicar unas líneas a otro partido que marcó un hito en la historia y cuyo resultado consiguió dar un  empujón considerable a la moral y el orgullo soviéticos durante la II Guerra Mundial.

Kiev, II Guerra Mundial
Trasladémonos a la Ucrania recién ocupada, concretamente a la Kiev del verano de 1.941. El fútbol se ha convertido en el deporte más popular de la Unión Soviética y el gobierno central ha visto en ello un instrumento propagandístico inigualable.
En la capital ucraniana, el Dinamo de Kiev está conformado por una mezcla de policías y soldados del ejército rojo que se mantienen en posiciones de mitad de tabla sin demasiadas dificultades. La liga de 1.941 empieza bien para los jugadores del Dinamo, que se meten en posiciones de cabeza gracias a algunos buenos resultados... pero la irrupción alemana en la Unión Soviética da al traste con sus aspiraciones: la mayoría de los jugadores son llamados a filas y el Dinamo de Kiev se disuelve.

Finalmente, Kiev cae en manos del Reich y los jugadores del Dinamo que habían permanecido en la ciudad son ayudados por la resistencia local. Iosif Kordik, administrador de la panadería estatal número 3 y gran aficionado al fútbol, contrata al antiguo portero del Dinamo (Mykola Trusevych) para barrer su establecimiento.
En connivencia con Trusevych, Kordik decide fundar un equipo de fútbol que represente a su panadería en la liga local. El antiguo portero del Dinamo pasa la primavera de 1942 tratando de contactar con sus ex-compañeros de equipo y, de esta manera, funda el FC Star, conformado por ocho jugadores del Dinamo de Kiev y tres del Lokomotiv.

El FC Star irrumpe en la liga local el 7 de julio de ese mismo año ganando por un contundente 7-2 al FC Rukh, el equipo predilecto del dirigente de la liga. Durante las semanas siguientes, el equipo de ex-profesionales juega varios partidos contra las guarniciones húngaras, alemanas y rumanas asentadas en la zona, ganando todos sus encuentros cómodamente hasta que, el día 6 de agosto, juegan contra el Flakelf, el equipo de la todopoderosa Luftwaffe.
Los jugadores el FC Star ganaron por un resultado de 5 goles a 3, pero aquel partido no había hecho más que empezar.

Anuncio de la revancha
El líder del Flakelf, consciente del daño que esta derrota podía hacer a la propaganda de supremacía del Reich, exige un encuentro de revancha, que queda fijado para el 9 de agosto en el estadio Zenit.
Cuando un oficial de las Waffen-SS es designado como árbitro, los jugadores del Start FC comprenden que aquel va a ser un partido, literalmente, a vida o muerte. Saben que deben perder, y saben que deben hacerlo por mucho si no quieren pagar con su vida... pero no están dispuestos a ceder.
El partido se desarrolla en medio de una auténtica carnicería por parte de los jugadores de la Luftwaffe, que incluso marcan un gol tras derribar al portero ucraniano de una patada en la cabeza. El juego sucio campa a placer ante la mirada del árbitro, que no pita ni una sola falta a favor del FC Star pero, aún así, el encuentro llega al descanso con un resultado de 2-1 favorable a los ucranianos.

La segunda parte se desarrolla en los mismos términos hasta que, ganando por un abultado 5-3, el defensor del FC Star Alexei Klimenko sortea a la defensa alemana y se planta en un mano a mano con el portero. Klimenko, en lugar de tirar a puerta, regatea al portero, se queda ante la portería vacía y, en un gesto de desprecio hacia los integrantes del Flakelf, patea el balón hacia el medio campo.
El árbitro pita inmediatamente el final (sin haberse cumplido el tiempo reglamentario) y los jugadores se retiran a vestuarios envueltos en un silencio casi reverente.

Los ánimos en el vestuario del FC Star no cuadran con la aplastante victoria que acaban de conseguir. Todos saben que ese partido ha sido su sentencia de muerte y que el gesto de Klimenko no ha hecho sino firmar su destino. Aún así, el FC Star vuelve a jugar la semana siguiente contra el Rukh ganándole, esta vez, por un contundente 8-0.

Poco después, la mayoría de los integrantes del FC Star son acusados de pertenecer al NKVD (comisariado soviético de asuntos internos) y son trasladados al temible campo de concentración de Syrets, donde serían asesinados en febrero del 1.943. Entre ellos se encontraban Mykola Trusevych y Alexei Klimenko, aquel ucraniano que se atrevió a desairar al III Reich.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Noche de paz

Ahora que la Navidad está a la vuelta de la esquina, se hace casi obligatorio dedicar una entrada a un acontecimiento extraordinario en la historia de la humanidad y, sobre todo, en la historia de las guerras: la Tregua de Navidad.

Alemanes y británicos en tierra de nadie
Ypres, 23 de diciembre de 1.914. La primera guerra mundial acaba de estallar y la belicosidad de los combatientes se encuentra en pleno apogeo.
En un campo de batalla perdido en Bélgica, los soldados británicos y los alemanes intercambian disparos en medio del caos de sangre, sudor y polvo de las trincheras. Las fiestas navideñas casi han llegado... pero la guerra no da descanso a los soldados y el alto mando requiere que la artillería siga descargando muerte sin parar.
Los soldados son disciplinados y cumplen las órdenes sin ni siquiera cuestionarlas, por lo que, durante todo el día, el aire de Ypres se llena con el estampido seco de los fusiles y las explosiones de granadas. Finalmente, llega la noche y un manto de calma se extiende sobre el campo devastado. Ambos bandos se sumen en un letargo que dura hasta la mañana de Nochebuena.

El día 24 la actividad retorna a las trincheras. Los combatientes, que son hombres antes que soldados, dedican la mañana de aquel día a decorar las trincheras con motivos navideños hasta que, una vez finalizada la tarea, el campo de batalla es invadido por un espeso silencio. Nadie tiene ganas de combatir ese día.
De repente, la quietud reinante se ve rota por un sonido que atraviesa la bruma de una trichera a otra: los soldados alemanes están cantando Stille Nacht (Noche de Paz). Los británicos responden al "fuego enemigo" con villancicos en inglés, lo que deriva en una guerra de canciones que toca a su fin cuando los primeros soldados de ambos bandos empiezan a abandonar la seguridad de sus trincheras.

Cruz conmemorativa (Ypres)
Combatientes de ambos bandos se encuentran en tierra de nadie para rezar juntos el famoso Salmo 23 (el señor es mi pastor, nada me falta...) . Una vez finalizado este ritual, los soldados que aún permanecían reticentes en sus propias trincheras empiezan a desoir las órdenes de sus superiores y se abalanzan hacia el campo de batalla, donde se abrazan con los hombres a los que un día antes habían luchado a brazo partido e inician con ellos un intercambio de regalos consistentes en lo que tenían en ese momento: alcohol y cigarrillos.
Los soldados de un bando lloran a los caídos del otro y todos se presentan sus respetos ante la mirada atónita de los comandantes. Hay testimonios que incluso hablan acerca de un partido de fútbol improvisado entre combatientes de ambos bandos que acabó con un resultado de 3-2 favorable a Alemania.

Después de esta tregua impuesta por los propios soldados, las hostilidades se reanudaron... pero la guerra en aquellas trincheras nunca volvió a tener el mismo sabor. Los combatientes disparaban al aire, la artillería desvió a propósito sus miras y los soldados que se veían obligados a cargar evitaban encontrarse en tierra de nadie con la infantería del otro bando.

martes, 20 de diciembre de 2011

El mecanismo de Anticitera

De todos es sabido que los antiguos griegos poseían un conocimiento científico muy superior al de los europeos de épocas posteriores. Este dominio del medio se perdió con la incursión de Europa en el oscurantismo de la Edad Media y no fue parcialmente recuperado hasta bien entrado el siglo XVI. Hoy vamos a dedicar unas líneas a un artefacto que demuestra el dominio astronómico de los antiguos griegos: el mecanismo de Anticitera.

Reconstrucción (2007)
Los primeros artefactos europeos que utilizaban engranajes diferenciales fueron datados en el siglo XVI. En base a esta afirmación, resulta sorprendente el descubrimiento de un mecanismo que hacía buen uso de ellos en fechas que oscilan entre el año 150 y el 100 a.C.
El mecanismo de Anticitera fue hallado a principios del siglo XX entre los restos de un naufragio y los científicos de la época quedaron deslumbrados ante lo que parecía ser una computadora capaz de calcular con precisión las posiciones del sol y la luna en el firmamento. Más tarde, el investigador británico Michael Wright "escaneó" el mecanismo con técnicas tomográficas y descubrió la verdadera magnitud del artefacto.

Su invención se atribuye al astrónomo griego Hiparco y su funcionamiento es, de cara al operario, relativamente sencillo: se giran una serie de manivelas para establecer la fecha que se desea consultar y el propio mecanismo se encarga de calcular cuál será la posición de los astros en esa fecha.
Lo interesante, sin embargo, se encuentra en las "tripas" del artefacto. Un número nada desdeñable de 30 engranajes perfectamente sincronizados se encargaba de establecer en dos discos que representaban el zodíaco griego y el calendario egipcio, la posición de la luna, la del sol... y las de los planetas Mercurio y Venus.
El mecanismo encontrado en Anticitera constaba de ruedas dentadas que hacían sus cálculos teniendo en cuenta la trayectoria elíptica de los astros, pero la complejidad de este aparato no acababa aquí.

Mecanismo
Durante las investigaciones y reconstrucciones más recientes del artefacto, se ha estimado que contaba con un número cercano a los 70 engranajes y que, además de la posición de Mercurio y Venus, era capaz de calcular con idéntica precisión la posición de Marte Júpiter y Saturno; es decir, el mecanismo de Anticítera podía establecer para una fecha dada la posición de la luna, del sol y de todos los planetas conocidos en la época.

Además de todo lo anteriormene dicho, el artefacto estaba enteramente fabricado en bronce y tenía las medidas aproximadas de un libro grande, lo que convertía el mecanismo de Anticitera en un "planetario de bolsillo" que se podía llevar a cualquier parte.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Montsegur, el último bastión de los cátaros

A mediados del siglo XIII, la región del Languedoc ardía envuelta en la locura de la cruzada albigense. Los cátaros eran perseguidos y aniquilados allí donde eran encontrados... pero la empresa papal sufrió un importante giro cuando, tras ser barridos por la hueste franco-cruzada en la batalla de Muret, los "bons homes" se refugiaron (con su obispo a la cabeza) en la fortaleza de Montsegur.

Castillo de Montsegur
Construído en el año 1.204 por Ramón de Perella,  el castillo de Montsegur era un imponente "nido de águilas" que se alzaba sobre la montaña del Pog (de 1.207 metros de altura) dominando con su presencia el valle del río Lasset.
En el año 1.241, con el obispo Guilhabert de Castres y toda la plana mayor del catarismo atrincherados en la fortaleza, el rey Luis IX de Francia decide poner fin de una vez por todas a la herejía y le encarga al conde Ramón VII de Tolosa que emprenda el asedio al castillo... del que se retira derrotado meses más tarde sin ni siquiera haber entablado batalla.
A pesar de que la convocatoria papal ordena, practicamente, el exterminio de los cátaros, estos son queridos por los habitantes del Languedoc, quienes se encargan de abastecer las despensas de Montsegur durante el asedio a través de túneles excavados en la roca viva del Pog.
Gracias a ellos, el conde de Tolosa fracasa estrepitosamente, el asedio se levanta y Montsegur sigue en manos albigenses.

El rey francés no se inquieta demasiado por el descalabro de su súbdito pues, aunque la cúpula cátara se encuentra en Montsegur, aún quedan muchas bolsas de resistencia a lo largo de todo el Languedoc, así que decide centrar sus esfuerzos en su eliminación y dejar el castillo tranquilo... por el momento.

Los verdaderos problemas para la gente de Montsegur empezaron el día 28 de mayo de 1.242.
Tan sólo unos meses después de que Ramón VII levantara el sitio, un grupo de 60 caballeros cátaros comandados por Pierre Roger de Mirepoix sale de la fortaleza con rumbo a la cercana población de Avignonet, en la que tenía su sede un tribunal de la inquisición compuesto por doce miembros.
Amparados en la oscuridad y secundados por los propios habitantes de Avignonet, los hombres de Mirepoix asesinan a los inquisidores y queman las actas del tribunal antes de volver a Montsegur.

Esta intolerable falta de respeto hacia las instituciones eclesiásticas hacen que el papa monte en cólera y empuje a Luis IX a poner bajo asedio, una vez más, la fortaleza cátara.
El encargo es puesto en manos de Hugues des Arcis, senescal de Carcasona. Se ponen a su disposición todos los medios que requiere y se le da una sola consigna: no se admitirán errores, Montsegur debe caer a cualquier precio.

Monumento a los quemados
En mayo de 1.243, las tropas de Arcis sientan el sitio de la fortaleza. Los habitantes de la región siguen llevando comida a Montsegur, pero el cerco de la coalición franco-papal es mucho más férreo que en la ocasión anterior y gran parte de los víveres se pierden por el camino.
Finalmente, tras diez meses de asedio y con los montañeses sometidos a una dura presión por parte de los de Arcis, los cátaros fueron traicionados y las condiciones de su rendición les fueron expuestas. Tenían 15 días para abandonar la fortaleza y, una vez fuera, podía hacer dos cosas: abjurar de su fe o morir en la hoguera.
Vencido el plazo, 200 cátaros salieron de Montsegur por su propio pie y se metieron, caminando, entre las llamas de la enorme pira que se había levantado en lo que hoy se conoce como el "campo de los quemados", dónde una escultura hace honor a la memoria de aquellos 200 mártires que se inmolaron voluntariamente en defensa de su fe.

martes, 13 de diciembre de 2011

El infierno nuclear

El día 26 de abril de 1986, el reactor número cuatro de la central nuclear de Chernóbil estallaba lanzando a la atmósfera unas cantidades de radiación 500 veces superiores a las provocadas por la bomba de Hiroshima. Una prueba de seguridad llevada a cabo con suma negligencia por los técnicos de la planta condujo al colapso del reactor y, por consiguiente, al mayor accidente nuclear de la historia. Hoy vamos a tratar de explicar como se produjo el accidente y por qué miles de hombres dieron su vida tratando de sellar aquel infierno a cielo abierto.

Situación de Chernóbil
En la madrugada del 25 de abril, los técnicos quisieron comprobar si las bombas refrigerantes de emergencia eran capaces de activarse con el reactor funcionando bajo mínimos. El problema de esta prueba era que los operarios corrían el riesgo de sufrir un envenenamiento por xenón, un gas absorvente de neutrones que, con el reactor en funcionamiento (produciendo neutrones), no daba problemas.
Mediante la inserción de barras de control, los técnicos redujeron la potencia hasta los 30 megavatios, lo que generaba el riesgo de que los sistemas de seguridad automáticos apagaran el reactor. En vista de este  inconveniente, los técnicos de Chernóbil desconectaron todos los sistemas de seguridad.
Con el reactor funcionando a tan poca potencia, el riesgo de envenenamiento por xenón empezaba a ser demasiado alto, así que los operarios decidieron aumentar de nuevo la potencia del reactor mediante el sencillo método de quitar barras de control manualmente... el problema es que se les fue de las manos y, con los sistemas de seguridad desactivados, se produjo un subidón de potencia en el núcleo que acabó con las 100 toneladas del techo del reactor volando por los aires.

Los bomberos encargados de la seguridad de la planta acudieron en cuanto tuvieron noticia de la explosión y miles de personas le deben la vida a la heróica actuación de estos hombres durante las horas que siguieron al desastre... pero la nube radiactiva que se alzaba sobre el reactor cuatro era ya icontenible.
A pesar de ello, los bomberos empezaron a hacer pasadas en helicóptero sobre la central para constatar la verdadera magnitud de la tragedia. El techo estaba completamente destruído, lo que dejaba el núcleo del reactor convertido en una enorme masa incandescente que, con sus 2.500 grados de temperatura, emitía una columna de gases tóxicos a la atmósfera.

Reactor 4
Al mismo tiempo que el reactor cuatro se consumía acercando el peligro al reactor tres, los habitantes de Príapat, a tan sólo tres kilómetos de la central, asistían al espectáculo sin ser conscientes del grave peligro que corrían sus vidas.
El gobierno soviético sabía perfectamente que las vidas de aquellas 47.000 personas y de otras muchas más estaban en grave peligro pero, simplemente, no les importaba. Las directrices aplicadas por el krémlin consistían en evitar a toda costa que la noticia del desastre nuclear atravesara las fronteras de la unión soviética, así que la evacuación de Príapat no se produjo hasta 36 horas después de la explosión del reactor, cuando los niveles de radiación en la ciudad eran 1.000 veces superiores a los normales.

El día 27 de abril, tan sólo un día después del desastre, se detectaron partículas rediactivas en operarios de la central sueca de Forsmark (a unos 1.100 kilómetros de Chernóbil). Al comprobarse que no había fugas en su planta, las autoridades suecas se pusieron en contacto con los gobiernos de Alemania y Finlandia que, al obtener mediciones similares en sus fronteras, dirigieron sus sospechas hacia la planta soviética.
De haberse pedido la colaboración internacional desde un principio, la magnitud de la tragedia habría sido, casi con toda seguridad, mucho menor... pero la maquinaria propagandística del régimen no podía permitir que un escándalo de aquella magnitud se escapase a su control, de modo que la noticia de la explosión del reactor no fue comunicada hasta el día 28, cuando la expulsión de material radiactivo era ya irrevocable.
Una vez que la noticia llegó al resto de Europa las autoridades soviéticas comprendieron que no tenía sentido seguir escondiendo la tragedia, por lo que ampliaron la superficie de evacuación a un radio de 36 kilómetros, pero los habitantes de ese área llevaban seis días sometidos a una fuerte radiación y para muchos de ellos ya era demasiado tarde.

Helicóptero en Chernóbil
Desde que se produjera la explosión y junto con aquellos bomberos que habían acudido en las primeras horas, entraron en escena los liquidadores, héroes involuntarios con la tarea de sellar el reactor y arrojar materiales al núcleo en un intento desesperado por frenar las emisiones.
Si la radiación en Prípiat era 1.000 veces superior a los valores normales, no resulta dificil entender que las mediciones realizadas en las inmediaciones de la central eran, literalmente, inhumanas. Aún así, miles de hombres entre los 20 y los 45 años reclutados principalmente entre los reservistas del ejército soviético fueron enviados por el alto mando hacia el corazón de la tragedia.
Prácticamente sin medios, los liquidadores eran izados hasta el techo del reactor (o lo que quedaba de él), dónde permanecían por un periodo máximo de dos minutos arrojando al núcleo paladas de escombros o de materiales radiactivos expulsados durante la explosión. Mientras tanto, los helicópteros hacían vuelos rasantes sobre los restos del reactor tratando de tapar el núcleo con una mezcla de arena, arcilla, plomo, dolomita y boro.
Los liquidadores no se limitaron a actuar en el tejado, sino que se introdujeron en las mismísimas entrañas del reactor para limpiar los cientos de kilos de material radiactivo liberados por la explosión. Metidos en una especie de cúpula protectora, estos jóvenes se enfundaban en trajes de plomo y salían al corazón del reactor número cuatro. Allí, la radiación era tan alta que un periodo de exposición superior a los 15 segundos significaba la muerte.
Pero no todos los liquidadores iban protegidos. Algunos fragmentos del núcleo habían ido a parar al fondo de las piscinas de refrigeración, por lo que muchos liquidadores se vieron obligados a bucear en el caldo radiactivo en que se había convertido el agua para sacarlos con las manos desnudas.

El día 13 de mayo, tras haber vertido más de 5.000 toneladas de material sobre el núcleo, las emisiones cesaron... pero el trabajo de los liquidadores no había terminado.

Medalla de los liquidadores
La enorme cantidad de materiales que había sido necesaria para frenar las emisones ponía en peligro la integridad del suelo que sostenía el reactor, lo que podía desembocar en el hundimiento del núcleo desencadenando una catástrofe aún mayor.
Por esta razón, se ordenó la construcción de un túnel que, pese a que en un principio iba a ser utilizado para refrigerar el núcleo, se rellenaría finalmente de hormigón con el objetivo de sustentar el peso del reactor. Esta tarea le fue asignada, una vez más, a los liquidadores.
Durante un mes y cuatro días, los jóvenes  (muchos de ellos con síntomas más que evidentes de contaminación por radiación) cavaron el túnel que discurría por el subsuelo irradiado del reactor y lo rellenaron dejando vía libre para el sarcófago, la construcción de hormigón que, aún a día de hoy, contiene el núcleo latente de Chernóbil.

La cifra estimada de los liquidadores que participaron en la limpieza de Chernóbil oscila entre las 300.000 y las 600.000 personas. De estas, 60.000 han muerto por problemas derivados directamente de la exposición a materiales radiactivos y otras 165.000 han quedado incapacitadas de por vida por las mismas razones.

viernes, 9 de diciembre de 2011

El incidente de Mukden

La guerra ruso-japonesa (1.904-1.905) había culminado con la victoria nipona sobre el gigante del norte, pero también había acarreado otras consecuencias.
En primer lugar, el orgullo militar japonés se vió notablemente acrecentado por la fulminante victoria obtenida sobre los rusos en Port Arthur (China), lo que condujo al enrolamiento masivo de toda una generación de jóvenes nipones que ardían en deseos de luchar por su país en el glorioso ejército imperial.
Además de esto, el sur de la región china de Manchuria pasó de estar en manos rusas a caer bajo el dominio de su vecino el este y bajo la "protección" del ejército de Kwantung, una guarnición de unos 10.000 hombres con base en el recién conquistado Port Arthur.

Soldados japoneses en Manchuria
En estas circunstancias llegamos al año 1.931. Los habitantes de Manchuria no estaban muy por la labor de aceptar el dominio japonés y, por otro lado, los jóvenes integrantes del ejército de Kwantung no se conformaban con tener el control del sur de la región.
El gobierno central de Japón quería evitar a toda costa un nuevo enfrentamiento, así que los oficiales de Kwantung necesitaban un casus belli lo suficientemente flagrante como para poder entrar en Manchuria sin la autorización de Tokio. Este motivo se les presentó en forma de lo que conocemos como "el incidente de Mukden".

El día 18 de septiembre, un tramo del ferrocarril del sur de Manchuria (de propiedad japonesa) fue dinamitado.
El ejército japonés culpó del incidente a los disidentes chinos. Tenían la excusa perfecta para emprender la conquista de Manchuria.

Los soldados del regimiento Shimamoto y los de Kwantung entraron a sangre y fuego en Manchuria, emprendiendo una guerra relámpago que culminaría con la anexión de Manchuria al imperio japonés en tan sólo cinco meses.
La guerra fue rápida y brutal. El ejército chino no estaba en condiciones de defender la región y el ruso, por su parte, aún se estaba lamiendo las heridas sufridas en la I Guerra Mundial, así que a los habitantes de Manchuria no les quedó más remedio que aceptar el dominio japonés.
El gobierno nipón nunca estuvo de acuerdo con el ataque e incluso se desmarcó del mismo ante la Sociedad de Naciones, de la que se retiró tres años después al darse cuenta de que su ejército había emprendido un camino que no tenía marcha atrás.

A día de hoy existen dos museos dedicados al incidente de Mukden, uno en China y otro en Japón. El museo nipón defiende la teoría de que el ferrocarril fue dinamitado por la disidencia china de Manchuria. En el otro lado, el museo chino aboga por una hipótesis que, posteriormente, se daría como cierta gracias a las declaraciones de un oficial japonés: el incidente fue orquestado por los hombres de Kwantung, que obtuvieron así su tan ansiado casus belli.

martes, 6 de diciembre de 2011

Amala y Kamala, las niñas lobo de La India

Región de Midnapore, al oeste de Calcuta; 9 de Octubre de 1920. Los habitantes del poblado de Godamuri acuden asustados al reverendo Joseph Amrito Lal Singh. Entre balbuceos y discusiones inconexas, el misionero descubre por fin el motivo de la agitación que cunde entre los locales: hay espíritus en la jungla que deben ser expulsados de inmediato.
Así empieza la historia de Amala y Kamala, una historia entre tantas de niños ferales... de no ser por los datos que las últimas investigaciones revelan al respecto.

Amala y Kamala
Cuando el reverendo llegó a la linde de la selva se encontró con que un nutrido grupo de cazadores locales ya había cercado a los espíritus. En medio de un círculo de armas de fuego, dos niñas aterrorizadas y sucias miraban a todos lados mientras eran protegidas por una loba que lanzaba dentelladas al aire.
Asustados, los habitantes de Godamuri abrieron fuego abatiendo a la loba y sólo la intervención de Singh salvó a las niñas de seguir el mismo camino que su madre adoptiva. Amala y Kamala (como el propio reverendo las llamaría) fueron capturadas por la fuerza y llevadas hasta un orfanato gestionado por el propio Singh y su familia. Fue allí donde las niñas empezaron a revelar su secreto en toda su magnitud.

Amala y Kamala eran extremadamente agresivas. Sólo toleraban la presencia de los perros y su vínculo con otros seres humanos se reducía al que tenían la una con la otra, por lo que los primeros intentos de acercamiento se saldaron con un rosario de mordiscos, arañazos y otras lesiones.
Las niñas se arrancaban con los dientes la ropa que les ponía la mujer del reverendo y tenían serias dificultades para mantenerse erguidas. Caminaban a cuatro patas y completamente desnudas, sin mostrar sensación de frío o calor. Además, sus caninos eran ostensiblemente más largos y afilados de lo normal lo que, unido a que su interacción social se limitaba a gruñidos aislados, hacía que la socialización se convirtiera en algo virtualmente imposible.
Sus hábitos alimenticios también se escapaban de lo puramente humano, pues las niñas detestaban cualquier alimento cocinado y sólo consentían en comer cuando el menú consistía en carne cruda servida sobre el suelo del patio.

Kamala a cuatro patas
Pero lo peor eran las noches. Amala y Kamala dormían durante el día y hacían una vida eminentemente nocturna. Durante las horas de oscuridad, el orfanato se llenaba con los aullidos de las niñas, desesperando y asustando por igual al reverendo y a su mujer.
Fue en una de estas noches cuando Singh descubrió que las pequeñas le reservaban una sorpresa más. Sus pequeños ojos, siempre vigilantes, brillaban en la oscuridad. Amala y Kamala se movían en la noche gracias a un sentido del olfato superdesarrollado y a una visión nocturna impropia del género humano.

El reverendo trató de ahondar también en el vínculo que unía a las dos niñas. Se estimó su edad en 6 años para Kamala y 3 para Amala y, además, se llegó a la conclusión de que las pequeñas no compartían ningún lazo familar entre sí, lo que llevaba a la sorprendente hipótesis de que la loba las había "adoptado" en momentos distintos.
Tan sólo un año después de su ingreso en el orfanato, la pequeña Amala, que a la sazón contaba con 4 años de edad, murió de disentería. Fue entonces cuando Kamala mostró el primer síntoma de humanidad desde que Singhla encontró en Godamur: pese a que no era su hermana (estrictamente hablando), Kamala se acurrucó contra el féretro de Amala y lloró por primera y última vez.

Comiendo en el patio
Kamala tuvo que ser separada a la fuerza del cadáver de su hermana pero, tras un periodo de luto, empezó a hacer avances en el proceso de socialización que la mujer del reverendo, inasequible al desaliento, nunca había abandonado.
La niña empezó a andar erguida en algunas ocasiones, aprendió conceptos relativos a la cantidad e incluso consiguió asimilar un reducido vocabulario formado por unas 40 palabras monosílabas que le permitían comunicarse con el reverendo y su mujer, junto a los que vivió hasta su muerte por tifus en 1.929, con 15 años de edad.

Esta sería una historia asombrosa tanto por la propia rareza que implica como por las conclusiones médicas que podrían haberse extraído de su estudio detallado... de no ser porque es falsa. El autor francés Serge Aroles desveló en su libro "El enigma de las niñas lobo" (2007) la cruda realidad que rodeó a Amala y Kamala durante su estancia en el orfanato de Singh.

En primer lugar, las investigaciones de Aroles desvelaron que el diario del reverendo, que pretendía ser un "día a día" de las niñas en el orfanato, fue escrito en 1935, seis años después de la muerte de Kamala.
Del mismo modo, las fotos que complementan este mismo artículo y que muestran a las niñas andando a cuatro patas y comiendo en el suelo no fueron tomadas hasta el año 1937.
Por si esto no fuera suficiente, las pesquisas de Serge Aroles sacaron a la luz el testimonio del cuadro médico a cargo del orfanato, que desmentía las afirmaciones hechas por el propio Singh. Es decir, las niñas no tenían unos caninos fuera de lo común, no andaban a cuatro patas y carecían por completo de visión nocturna. En lugar de esto, el médico principal desvela que Kamala estaba afectada del síndrome de Rett, una enfermedad congénita que conlleva serias dificultades motrices y cognitivas además de provocar un severo retraso mental.
En último lugar, los testimonios recogidos entre 1951 y 1952 afirman que Kamala era golpeada constantemente por Singh para que se comportase como un animal salvaje en presencia de los visitantes que acudían al orfanato y que, conmovidos por la visión de las niñas, se vaciaban los bolsillos para colaborar en su manutención.

viernes, 2 de diciembre de 2011

El Krummlauf: de cómo disparar a través de una esquina

Con la invasión de Polonia por parte de las tropas del III Reich en el año 1939, daba inicio oficialmente el mayor conflicto armado del siglo XX: la II Guerra Mundial.
Fue esta una guerra despiadada con la población civil en la que los grandes campor de batalla predominantes hasta la primera Gran Guerra dejaron paso al combate urbano. El asalto casa por casa era efectivo, sí, pero también era sumamente peligroso para los soldados de la Wehrmacht, que se exponían a caer en emboscadas de las resistencias nacionales cada vez que giraban una esquina.
En este contexto, los ingenieros alemanes desarrollaron en el marco de las Wunderwaffen (armas milagrosas o armas maravillosas) un accesorio que permitía a los fusiles de asalto Sturmgewehr 44 disparar a través de las esquinas: el Krummlauf.

Krummlauf
En un principio, el Krummlauf no era más que un tubo de acero que se acoplaba a la boca del arma haciendo que la bala se deslizara por el interior del ángulo en un efecto de "disparo curvo", pero esto planteaba varios problemas.
En primer lugar, las deflagraciones ocasionadas al apretar el gatillo producían una acumulación de gases en el Krummlauf que podían culminar con la explosión del arma en manos de un soldado poco cuidadoso. Este inconveniente se solventó con la incorporación de sendos respiraderos en los costados del accesorio, pero aún quedaban otros problemas.
En segundo lugar, la imposibilidad de apuntar a un objetivo concreto hacía que el Krummlauf fuera un arma sumamente imprecisa. Esto se solucionó añadiendo sobre el tubo un pequeño periscopio que permitía fijar la mira y, además, mediante la correcta aplicación del principio que causaba el tercer problema: la fragmentación de la bala. Al chocar contra el ángulo, el proyectil disparado por el Sturmgewehr tendía a partirse en pequeños trozos que actuaban como metralla. Si bien este efecto no permitía abatir a un enemigo mediante un disparo certero, sí que servía para dispersar a pequeños grupos o para incapacitar a un hipotético resistente emboscado.

El Krummlauf se fabricó en varias versiones con ángulos de 30, 45, 60 y 90 grados que se adaptaban a las exigencias del combate urbano; pero, además, también se desarrollo una variante que sería utilizada en tanques y vehículos blindados: el Krummlauf "P".
Esta nueva evolución del accesorio se incorporó con la intención de permitir a la tripulación de un tanque repeler un ataque de infantería desde el interior. Aplicando los mismos principios que en su versión urbana, varios Krummlauf "P" eran dispuestos de modo que cubrieran los ángulos muertos del blindado, de modo que si un enemigo se acercaba, por ejemplo, para adosar un explosivo a las orugas, la dotación del tanque no tenía más que disparar a través de sus Krummlauf para acabar con el agresor.

CornerShot
A día de hoy, muchas fuerzas especiales de todo el mundo utilizan armas basadas de una manera u otra en el Krummlauf. La primera en ser desarrollada y la más célebre es el accesorio para fusil de asalto "CornerShot".
Desarrollado en Israel (con capital americano), el CornerShot está compuesto por una pistola incorporada sobre una base oscilante con capacidad para girar hasta 60 grados en una u otra dirección. El diseño se completa con una linterna en posición de bayoneta y con una cámara que, desde la base, muestra al operador lo que hay al otro lado de la esquina.
La pantalla en la que se reciben las imágenes está montada tras la base oscilante, en la parte rígida que cubre el arma hasta la culata y por cuyo interior discurren los mecanismos que permiten al soldado a cargo de un CornerShot dispararlo sin exponerse además de manejar el ángulo de giro de la base.