martes, 13 de diciembre de 2011

El infierno nuclear

El día 26 de abril de 1986, el reactor número cuatro de la central nuclear de Chernóbil estallaba lanzando a la atmósfera unas cantidades de radiación 500 veces superiores a las provocadas por la bomba de Hiroshima. Una prueba de seguridad llevada a cabo con suma negligencia por los técnicos de la planta condujo al colapso del reactor y, por consiguiente, al mayor accidente nuclear de la historia. Hoy vamos a tratar de explicar como se produjo el accidente y por qué miles de hombres dieron su vida tratando de sellar aquel infierno a cielo abierto.

Situación de Chernóbil
En la madrugada del 25 de abril, los técnicos quisieron comprobar si las bombas refrigerantes de emergencia eran capaces de activarse con el reactor funcionando bajo mínimos. El problema de esta prueba era que los operarios corrían el riesgo de sufrir un envenenamiento por xenón, un gas absorvente de neutrones que, con el reactor en funcionamiento (produciendo neutrones), no daba problemas.
Mediante la inserción de barras de control, los técnicos redujeron la potencia hasta los 30 megavatios, lo que generaba el riesgo de que los sistemas de seguridad automáticos apagaran el reactor. En vista de este  inconveniente, los técnicos de Chernóbil desconectaron todos los sistemas de seguridad.
Con el reactor funcionando a tan poca potencia, el riesgo de envenenamiento por xenón empezaba a ser demasiado alto, así que los operarios decidieron aumentar de nuevo la potencia del reactor mediante el sencillo método de quitar barras de control manualmente... el problema es que se les fue de las manos y, con los sistemas de seguridad desactivados, se produjo un subidón de potencia en el núcleo que acabó con las 100 toneladas del techo del reactor volando por los aires.

Los bomberos encargados de la seguridad de la planta acudieron en cuanto tuvieron noticia de la explosión y miles de personas le deben la vida a la heróica actuación de estos hombres durante las horas que siguieron al desastre... pero la nube radiactiva que se alzaba sobre el reactor cuatro era ya icontenible.
A pesar de ello, los bomberos empezaron a hacer pasadas en helicóptero sobre la central para constatar la verdadera magnitud de la tragedia. El techo estaba completamente destruído, lo que dejaba el núcleo del reactor convertido en una enorme masa incandescente que, con sus 2.500 grados de temperatura, emitía una columna de gases tóxicos a la atmósfera.

Reactor 4
Al mismo tiempo que el reactor cuatro se consumía acercando el peligro al reactor tres, los habitantes de Príapat, a tan sólo tres kilómetos de la central, asistían al espectáculo sin ser conscientes del grave peligro que corrían sus vidas.
El gobierno soviético sabía perfectamente que las vidas de aquellas 47.000 personas y de otras muchas más estaban en grave peligro pero, simplemente, no les importaba. Las directrices aplicadas por el krémlin consistían en evitar a toda costa que la noticia del desastre nuclear atravesara las fronteras de la unión soviética, así que la evacuación de Príapat no se produjo hasta 36 horas después de la explosión del reactor, cuando los niveles de radiación en la ciudad eran 1.000 veces superiores a los normales.

El día 27 de abril, tan sólo un día después del desastre, se detectaron partículas rediactivas en operarios de la central sueca de Forsmark (a unos 1.100 kilómetros de Chernóbil). Al comprobarse que no había fugas en su planta, las autoridades suecas se pusieron en contacto con los gobiernos de Alemania y Finlandia que, al obtener mediciones similares en sus fronteras, dirigieron sus sospechas hacia la planta soviética.
De haberse pedido la colaboración internacional desde un principio, la magnitud de la tragedia habría sido, casi con toda seguridad, mucho menor... pero la maquinaria propagandística del régimen no podía permitir que un escándalo de aquella magnitud se escapase a su control, de modo que la noticia de la explosión del reactor no fue comunicada hasta el día 28, cuando la expulsión de material radiactivo era ya irrevocable.
Una vez que la noticia llegó al resto de Europa las autoridades soviéticas comprendieron que no tenía sentido seguir escondiendo la tragedia, por lo que ampliaron la superficie de evacuación a un radio de 36 kilómetros, pero los habitantes de ese área llevaban seis días sometidos a una fuerte radiación y para muchos de ellos ya era demasiado tarde.

Helicóptero en Chernóbil
Desde que se produjera la explosión y junto con aquellos bomberos que habían acudido en las primeras horas, entraron en escena los liquidadores, héroes involuntarios con la tarea de sellar el reactor y arrojar materiales al núcleo en un intento desesperado por frenar las emisiones.
Si la radiación en Prípiat era 1.000 veces superior a los valores normales, no resulta dificil entender que las mediciones realizadas en las inmediaciones de la central eran, literalmente, inhumanas. Aún así, miles de hombres entre los 20 y los 45 años reclutados principalmente entre los reservistas del ejército soviético fueron enviados por el alto mando hacia el corazón de la tragedia.
Prácticamente sin medios, los liquidadores eran izados hasta el techo del reactor (o lo que quedaba de él), dónde permanecían por un periodo máximo de dos minutos arrojando al núcleo paladas de escombros o de materiales radiactivos expulsados durante la explosión. Mientras tanto, los helicópteros hacían vuelos rasantes sobre los restos del reactor tratando de tapar el núcleo con una mezcla de arena, arcilla, plomo, dolomita y boro.
Los liquidadores no se limitaron a actuar en el tejado, sino que se introdujeron en las mismísimas entrañas del reactor para limpiar los cientos de kilos de material radiactivo liberados por la explosión. Metidos en una especie de cúpula protectora, estos jóvenes se enfundaban en trajes de plomo y salían al corazón del reactor número cuatro. Allí, la radiación era tan alta que un periodo de exposición superior a los 15 segundos significaba la muerte.
Pero no todos los liquidadores iban protegidos. Algunos fragmentos del núcleo habían ido a parar al fondo de las piscinas de refrigeración, por lo que muchos liquidadores se vieron obligados a bucear en el caldo radiactivo en que se había convertido el agua para sacarlos con las manos desnudas.

El día 13 de mayo, tras haber vertido más de 5.000 toneladas de material sobre el núcleo, las emisiones cesaron... pero el trabajo de los liquidadores no había terminado.

Medalla de los liquidadores
La enorme cantidad de materiales que había sido necesaria para frenar las emisones ponía en peligro la integridad del suelo que sostenía el reactor, lo que podía desembocar en el hundimiento del núcleo desencadenando una catástrofe aún mayor.
Por esta razón, se ordenó la construcción de un túnel que, pese a que en un principio iba a ser utilizado para refrigerar el núcleo, se rellenaría finalmente de hormigón con el objetivo de sustentar el peso del reactor. Esta tarea le fue asignada, una vez más, a los liquidadores.
Durante un mes y cuatro días, los jóvenes  (muchos de ellos con síntomas más que evidentes de contaminación por radiación) cavaron el túnel que discurría por el subsuelo irradiado del reactor y lo rellenaron dejando vía libre para el sarcófago, la construcción de hormigón que, aún a día de hoy, contiene el núcleo latente de Chernóbil.

La cifra estimada de los liquidadores que participaron en la limpieza de Chernóbil oscila entre las 300.000 y las 600.000 personas. De estas, 60.000 han muerto por problemas derivados directamente de la exposición a materiales radiactivos y otras 165.000 han quedado incapacitadas de por vida por las mismas razones.

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