martes, 10 de enero de 2012

Iván el Terrible (1 de 2)

El día 25 de agosto de 1.530 Basilio III (Gran Príncipe de Moscovia) recibía en sus brazos a un bebé recién nacido fruto de su unión con la princesa Elena Vasílievna. El niño, que nació con dos dientes prematuros, sería bautizado bajo el nombre de Iván y marcaría el destino de Rusia como nadie podía imaginar.

Kolómenskoye
El pequeño Iván tenía un hermano mayor llamado Yuri, pero este había nacido sordomudo y con un leve retraso mental, lo que le descartaba automáticamente para la línea sucesoria. Por esta razón, no es de extrañar que Basilio III se volcara en la crianza y educación de su vástago menor, relegando a Yuri a un segundo plano casi testimonial.
Aquella fue una época feliz en la vida de Iván. Estudiaba, sí, pero los prados que rodeaban el palacio de Kolómenskoye se prestaban a juegos y a carreras... y él acudía a la llamada con asiduidad. Podemos decir que el futuro gobernante creció en un ambiente familiar apropiado y en un entorno inmejorable, pero esa burbuja de felicidad estalló cuando Iván tenía sólo tres años.

En esa época, los avances en el campo de la medicina estaban muy lejos de ser, cuanto menos, aceptables. Una simple infección se llevó la vida de Basilio III, que murió entre fuertes dolores en su residencia de Kolómenskoye. 
Iván fue nombrado Gran príncipe de Moscovia a la edad de tres años... pero tan sólo era un niño y no podía asumir el trono, por lo que su madre, Elena Vasílievna, se vió obligada a asumir la regencia hasta que el pequeño alcanzase los quince años en los que estaba establecida la mayoría de edad.
Ya que tenía que gobernar el principado, Elena decidió que sería buena idea hacerlo desde la capital, por lo que se trasladó a Moscú con sus dos hijos. Yuri no se sintió tan afectado por la muerte de su padre, pues para él era casi un extraño, pero el pequeño Iván quedó destrozado al comprender que aquel hombre que le había colmado de atenciones durante sus tres años de vida no volvería jamás.
Se refugió en los brazos de su madre quien, además de cuidar por igual a ambos hermanos, gobernó con rectitud, anteponiendo el bienestar del pueblo al de los altos estamentos... esto fue precisamente lo que la condujo a la muerte.

El traslado a Moscú enseñó a Iván un sinfín de cosas y contribuyó a su educación de una manera increíble... pero la corte encerraba secretos e intrigas. Los boyardos, aquellos nobles del este de los que ya se había librado Vlad Tepes en Valaquia, envenenaron a Elena Vasílievna cuando Iván contaba con ocho años de edad.

Principado de Moscovia
Como ya había pasado a la muerte de Basilio III, Yuri se recluyó en su propio mundo alejándose del dolor, pero el pequeño príncipe no fue capaz de superar el golpe. Anímicamente destrozado, el niño fue recluído en el Kremlin, donde empezó a perder la cabeza.
Nominativamente aún era el Gran Príncipe de Moscovia, pero las distintas facciones de boyardos no iban a dejarle acceder al trono tan fácilmente. La guerra entre nobles no incluyó el derramamiento de sangre, pero las intrigas de aquellos que ansiaban el poder dejaron a Iván encerrado en la fortaleza moscovita y viviendo prácticamente en la indigencia. Fue en esta época cuando el príncipe empezó a disfrutar lanzando perros desde las torres del Kremlin y viendo como se estrellaban contra el suelo.

En esta etapa de dolor y pérdida también pasaron cosas buenas en la vida de Iván. La mejor de ellas fue que Macario, el obispo ortodoxo de Moscú, entró en su vida.

El clérigo se fijó en Iván y en la locura que estaba empezando a apoderarse de él. Tomándolo bajo su protección, Macario convirtió al príncipe en su pupilo para instruírle en el uso de las letras, el cultivo de una profunda fe y el trabajo físico.
Iván encontró, una vez más, un hombro en el que descargar su dolor. Seguía sufriendo terribles accesos de ira cada vez que alguien nombraba a los boyardos en su presencia, pero Macario le instaba a esperar. Iván debía aguardar a que los nobles se aniquilasen entre sí para después recoger las migajas resultantes y acceder al trono... pero los años pasaban y el príncipe se cansaba de esperar.
Su relación con Macario le proporcionaba numerosos contactos entre los que se contaban muchos leales a su dinastía, así que Iván aprovechó su obediencia para ordenarles que capturasen a Andréi Shúiski, heredero de una destacada familia de boyardos.
Por orden directa del príncipe, los raptores capturaron al noble y lo trasladaron al Kremlin, donde fue arrojado a los perros para que lo despedazasen y se lo comieran vivo ante la atenta mirada de Iván, que tan sólo contaba con trece años.

Este acontecimiento provocó un revuelo considerable entre los boyardos, que hicieron una tregua momentanea en su guerra subrepticia y se unieron para pedir la cabeza de Iván en una bandeja.
Con mucho esfuerzo, Macario consiguió calmar los ánimos. Al fin y al cabo, el joven príncipe llevaba demasiado tiempo recluído y su locura estaba empezando a acentuarse; y además, ¿que amenaza podía significar para ellos un muchacho de trece años?
A pesar de que las relaciones entre la familia Shúiski y el resto de boyardos se deterioraron notoriamente, las aguas volvieron a su cauce y las cosas se tranquilizaron... durante tres años.

Iván el Terrible
A finales del año 1.546, un joven Iván de 16 años convocó a la Duma. El príncipe se había convertido en un adolescente alto y musculoso que dominaba con solvencia la lectura y la escritura. Las peleas entre boyardos habían debilitado a la nobleza y el número de adeptos a la causa de Iván se había visto aumentado exponencialmente durante los tres últimos años, de manera que el parlamento ruso acudió a la llamada.
Sus exigencias eran claras. En primer lugar, quería ser coronado zar de todas las rusias. En segundo lugar desdeñaría los posibles acuerdos de un matrimonio de conveniencia para casarse con Anastasia Románovna, de origen ruso.
La reunión se clausuró con dos acontecimientos que marcarían la historia de Rusia: la coronación de Iván como el primero de los zares y la irrupción en la historia de la dinastía Romanov.

De la mano de Anastasia, Iván encontró una felicidad que no sentía desde la muerte de su madre. Se planteó el reto de "educar al pueblo" y promovió las artes y las letras. Del mismo modo, estableció un consejo real formado por tres personas de su confianza (la Rada) y se sumergió en la ardua tarea de reformar el código legal, que favorecía en demasía a los boyardos y condenaba al pueblo.
El problema se produjo cuando, para poder atender convenientemente a la "ilustración" de la nación, el nuevo zar se vió obligado a dejar los asuntos de estado en manos de sus tíos maternos: Yuri y Mijaíl Glinski.

Los accesos de ira de Iván se había esfumado por completo, pero los desmanes de sus tíos los sustituían con creces.
Miles de personas murieron en los incendios que arrasaron distritos enteros de la capital y de los que fueron acusados los hermanos Glinski. Las crónicas hablan de que incluso llegaron a desenterrar cadáveres, arrastrarlos hasta la cuidad y dejarlos en la puerta de ciudadanos "indeseables" o contrarios a sus intereses para poder acusarles de asesinato.
Estos actos desembocaron en el linchamiento de Yuri Glinski a manos del gentío. Iván, por su parte, desterró a su tío Mijaíl y creó la primera leva de Streltsy, su propio cuerpo de élite.

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