viernes, 13 de enero de 2012

Iván el Terrible (2 de 2)

Esta misma semana hemos empezado con la serie de dos artículos que relatan la vida de Iván IV de Rusia. Vamos a continuarla.

Iván el Terrible
Estamos en el año 1.552 e Iván gobierna un territorio que abarca dos millones de kilómetros cuadrados... pero eso no es suficiente para el zar. Rusia es grande, sí, pero los bandidos tártaros arrasan las rutas comerciales del sur y la única salida al mar está en el norte, por lo que permanece impracticable la mayor parte del año. Ha llegado la hora de la conquista.
Con un ejército de 100.000 hombres, Iván se lanza sobre el kanato tártaro de Kazán. Su ofensiva destruye casi toda la capital (Kazán), que es despoblada por completo, siendo todos sus habitantes pasados a cuchillo por orden del zar para poder sustituir a la población autóctona por colonos rusos. Las mezquitas son convertidas en iglesias ortodoxas y el kanato se integra en Rusia.
El kanato de Astracán correría la misma suerte en el año 1.556 y los territorios de Livonia le seguirían en 1.558.
En tan sólo seis años, Iván IV había aumentado notablemente la extensión de sus dominios, había eliminado la amenaza de los tártaros y había obtenido puertos en el Mar Caspio y en el Báltico.

En el ámbito familiar las cosas no iban nada mal. Su hermano Yuri, pese a su deficiencia, había contraído matrimonio con la princesa Ulyana Paletskay. Por otro lado, su relación con Anastasia iba viento en popa y sus hijos crecían sanos... pero Iván no estaba del todo contento.

Cinco años antes, en 1.553, Iván había sufrido una grave enfermedad que le había postrado en la cama manteniéndole al borde de la muerte durante un largo periodo. Viéndose en esta tesitura, el zar convocó a los boyardos y les ordenó que firmaran una alianza mediante la que juraran lealtad a su primogénito, con el que compartía nombre y que debía sucederle en el trono.
Los boyardos, como es lógico, se negaron. El hombre que les había bajado de su pedestal a base de quitarles poder agonizaba en una cama... ¿por qué le iban a jurar fidelidad a su hijo? Desgraciadamente, los boyardos no creyeron que Iván pudiera recuperarse; pero lo hizo y, desde ese momento, su odio hacia la alta nobleza creció hasta convertirse en algo casi patológico que estalló con la muerte de Anastasia en el año 1.560.
Iván, loco de dolor, acusó a los boyardos de asesinar a su esposa y emprendió una campaña de purgas y asesinatos que se llevaron por delante a centenares de nobles. El zar había vuelto a las andadas con una energía enorme alimentada por el odio. Había llegado la hora de que Rusia sintiera su dolor como propio.

El zar de todas las rusias había perdido la cabeza. Sus aullidos podían oírse día y noche por los pasillos del Kremlin. La situación se prolongó durante cinco años y la muerte del obispo Macario no hizo sino acentuar esta locura.
Un clérigo llamado Afanasio sucedió a Macario como obispo metropolitano de Moscú, pero este nuevo representante de la iglesia ortodoxa era más afín a la causa boyarda que a la del propio Iván, por lo que convocó una reunión en la que los nobles reprocharon al zar su situación y la afección que esta estaba teniendo sobre el gobierno del país.
Iván, compungido, abandonó la sala con la promesa de abdicar e irse al exilio. Esa misma noche, Iván IV abandonaba Moscú.

Trono de Iván IV (Marfil)
Los boyardos estaban exultantes... pero no permanecieron así durante mucho tiempo. Aún estaban discutiendo acerca de cómo debían repartirse el poder cuando llegaron a Moscú tres cartas escritas del puño y letra de Iván. 
La primera de ellas iba dirigida al clero, personificado en la figura de Afanasio; la segunda iba destinada a la nobleza... la última era una misiva destinada al pueblo. En esta última carta, que fue leída en las plazas de todas las ciudades de Rusia, el zar acusaba a clérigos y boyardos de caer en la corrupción, la traición y el robo de fondos de la corona.
El mensaje caló hondo entre las clases bajas y la pequeña nobleza, que recordaban las conquistas de Iván y, además, estaban agradecidas por lo que el zar y su madre habían hecho por ellas. La amenaza de una guerra civil flotaba en el aire por toda Rusia, así que el nuevo metropolitano tuvo que promulgar un edicto público mediante el cual se perdonaba a Iván IV por los errores pasados y se le restablecía en el trono.

El zar trasladó su corte a Alexándrovskaya Slobodá (a 100 km de Moscú) y creó el cuerpo de opríchnik, que conformarían a partir de ese momento su guardia personal y que, además, actuarían como policía política y estatal. Estamos en 1.565, Iván se encuentra en la cúspide de su poder y acaba de dar forma al instrumento de venganza.

Durante los años siguientes, los opríchnik campan a sus anchas por la Rusia zarista. Los boyardos son prácticamente exterminados, pero la paranoia del zar está fuera de control.
En el año 1.570, la ciudad de Nóvgorod es acusada de alta traición. El zar sospecha que la ciudad se ha aliado con Lituania para derrocarle, así que envía allí a 15.000 hombres comandados por sus temidos opríchnik. Las órdenes son sencillas: la traición se paga con la muerte y Nóvgorod debe servir de ejemplo para que toda Rusia sepa lo que les pasará a aquellos que osen desafiar a Iván.
Entrando a sangre y fuego en la ciudad, los hombres del zar torturan, asesinan y empalan a casi un tercio de su población.

Los enemigos de Rusia vieron en la debilidad de Iván una excusa perfecta para atacar. En primer lugar, los tártaros de Crimea avanzaron sobre Moscú capturando 100.000 esclavos y matando a más de un millón de personas. El zar acusó el golpe sobre la capital y se lanzó en persecución de los tártaros, a los que aniquiló junto con sus aliados jenízaros menos de un año después en la batalla de Molodi.
Unos años después, los ejércitos polaco y sueco atacaron el noroeste de Rusia convencidos de que el zar acudiría con su ejército... pero a Iván ya no le importaba nada.
Su vida transcurría entre orgías y asesinatos. Sus padres estaban muertos, su hermano Yuri estaba muerto y su esposa estaba muerta. Nada tenía sentido para Iván.

Para tratar de entender los niveles de locura en los que se movía Iván, baste explicar que llegó incluso a matar a su primogénito. En un acceso de ira acontecido en 1.580, el zar cogió al zarevich Iván (su primer hijo con Anastasia) y le golpeó con su bastón hasta darle muerte.

Iván tras matar a su hijo
El destino que corrieron sus esposas no fue mucho mejor. Tras la muerte de Anastasia Románovna, su primer y único amor, Iván se casó hasta siete veces más.
La primera de estas esposas fue María Temriúkovna, que murió envenenada en 1.563. Posteriormente, el zar contrajo matrimonio con Marfa Vasílyevna Sobákina, que fue hallada muerta en sus aposentos en 1.571, tan sólo 16 días despues de casarse con Iván IV.
La siguiente Ana Ivánovna Koltóvskaya, con la que se casó en 1.572 y que fue encerrada en un convento dos años después para que Iván pudiera contraer matrimonio con Ana Grigórievna Vasílchikova, que fue enviada a un convento, del mismo modo que su antecesora, un año después de la boda.
En el año 1.579, el zar se casaba con Vasilisa Meléntieva, quien cometió la imprudencia de tomar un amante y permitir que Iván se enterara. El muchacho fue empalado vivo y la mujer recluída en un convento para alejarla de la ira del zar.
La penúltima fue María Dolgorúkaya. En la noche de bodas, Iván descubrió que María no era virgen, así que ordenó que fuera ahogada al día siguiente, tras abusar de ella durante toda la noche.
Así llegamos a la que sería su última esposa, María Fiódorovna Nagaya. Hija de un borracho de baja estofa, María supo lidiar con el caracter irascible de Iván e incluso le dió un hijo, Dimitri, que nacería como zarevich al haber matado el zar a su hermano en 1.580 y sobreviviría hasta 1.591, cuando murió con ocho años de edad en circunstancias sospechosas.

Ya en la recta final de su vida, Iván IV se lanzó a la conquista de Siberia. Esta campaña empezó en 1.581 y se prolongó durante dos años en los que los cosacos anexionaron el khanato de Sibir a la nueva nación zarista... pero los años de gobierno y locura pasaron factura al zar, quien perdió las guerras del noroeste viéndose obligado a entregarle a Suecia las regiones de Carelia e Ingria y a poner Livonia bajo mandato polaco.

Iván IV, el Terrible, murió en la mañana del 18 de marzo de 1.584. No murió en combate, ni siquiera fue asesinado, murió de un infarto mientras jugaba al ajedrez dejando a sus espaldas millones de muertos y auténticos rios de sangre que anegaban una Rusia más grande que nunca pero arrasada por el llanto.

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